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Inquieto don Andrés por la suerte de don Paco, había enviado en balde a muchas personas para que le buscasen. También la tendera había enviado gente en busca de su marido. Todos con mal éxito se habían vuelto al lugar antes de medianoche. Cuando mucho más tarde entraron en él don Paco y su comitiva, los villalegrinos estaban durmiendo.

La señora no ha oído llamar, está en su tocador... ¿quiere el señor que la avise? preguntó Anselmo. ¿Eh? no, no, deja... digo... si el señor Magistral quiere hablarme a solas... y se volvió el amo de la casa al decir esto. Bien, ; al despacho... entremos en su despacho.... Entraron. El temblor de Quintanar era ya visible. «¿Qué iba a decirle aquel hombre? ¿A qué venía?...».

Doña Luz sacó de su propio seno el medallón de que hablaba. Desde entonces llevo el medallón en mi seno, como memoria de mi padre. Los dos criados antiguos que conservo son listos ambos; pero ambos entraron en casa con mucha posterioridad a mi nacimiento, y de fijo no saben nada. Juana vino a servirme cuando tenía yo diez años. Tres años después entró Tomás de ayuda de cámara de mi padre.

Detrás venian cincuenta pages en buenos caballos; despues entraron tras ellos doscientos ginetes en muy buenos caballos, con seis trompetas, y estandartes en ellas de damasco carmesí, labradas de plata y oro las armas del duque, y luego un estandarte grande de lo mesmo y con la mesma divisa. Delante cuatro cornetas de las cuatro capitanías, de dos en dos.

Toma y no llores... Yo he puesto ahí los labios; chupa, y cuidadito con volver al besuqueo... A ti habrá que tratarte como a un niño de teta. Zurra... zurra al nene, que es malo. Y con su mano fina y blanca, aquella mano de señorita, que era el asombro de las Carolinas, abofeteó cariñosamente la cara del joven. Al anochecer entraron en un merendero de la hondonada de Amaniel.

Tras el grupo de jefes y escuderos entraron en la población los soldados de Morel, mezclados con multitud de gentes del pueblo en cuyos semblantes se leía el contento que les causaba la llegada de aquellos bizarros defensores.

Luego que salieron de la ciudad las tres citadas compañias de caballeria, entraron los indios rebeldes sin la menor resistencia, y ejecutaron las mas atroces crueldades. Mataron mas de 400 españoles y mestizos de uno y otro sexo, sin reservar las criaturas de pecho. Dentro de la casa del cura, de la iglesia mayor que buscaban por asilo, pasaron á cuchillo á muchos infelices.

Apenas Fortunato y Clementina tuvieron tiempo de advertir la molestia de encontrarse juntos, porque enseguida entraron Herminia y Mauricio. No fué necesaria presentación alguna. Al ver á Roussel, el novio gritó: ¡Mi padrino! Y enseguida Herminia añadió en una exclamación de alegría: ¡Qué dicha!

El cambio de ministerio le sorprendió cuando aún no la había terminado: no si entraron los radicales, o los conservadores, o los constitucionales; pero entraron algunos nuevos. Juan no lo supo sino tarde y con daño.

Nada respondió misia Casilda. ¿Y ? Nada contestó él sombríamente. Entraron en el comedor y se sentaron: la lámpara brillaba en medio de la mesa, tendida ya con la prolijidad de siempre.