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Para lo delicado tienen mujeres en esas obras de platería, para limar las piezas finas, para bordarlas como encaje, con una sierra que va cortando la plata en dibujos, como esas máquinas de labrar relojes y cestos y estantes de madera blanda.

Ya he dicho hasta qué punto llegaba la exaltación de mi tía, partidaria resuelta de la guerra con toda la buena fe de su alma, creyéndose una matrona griega, hija de la invicta Buenos Aires, de la Atenas del Plata y de quién yo qué más. La batalla de Pavón había tenido lugar el 17 de septiembre de 1861, y la victoria produjo en Buenos Aires un entusiasmo indescriptible.

El squire había estado acostumbrado toda su vida, a recibir el homenaje de todas las gentes de la parroquia y a pensar que su familia, sus copas de plata y todo lo que le pertenecía era lo más antiguo y lo mejor; y como no frecuentaba nunca a la burguesía de esfera más elevada que la suya, su opinión no admitía cotejo.

Las que hacían su primer viaje eran miradas por las otras con lástima y envidia. ¡Quién tuviese sus ilusiones!... Recordaban las esperanzas risueñas, las doradas mentiras que las habían acompañado en su llegada al río de la Plata. Y después, ¡habían visto tanto!... Berta calló al notar que un hombre se había aproximado al grupo.

Los que están vivos de veras son los que nos hacen los cubiertos de comer, que parecen de plata, y no son de plata pura, sino de una mezcla de metales pobres, a la que le ponen encima con la electricidad uno como baño de plata.

Y con las alabanzas de los inteligentes crecían los deseos de mi amigo. «¡Remoño, no seas cabezota!... Dámelo por cuatro, que es lo que valeDeseaba ponerse majo al bajar a tierra; hablaba de cierta chica de su pueblo que estaba sirviendo en Buenos Aires... Al embocar el río de la Plata casi lloraba de rabia. «Me alargo hasta cinco.

-Gobernador he visto por ahí -dijo Sancho- que, a mi parecer, no llegan a la suela de mi zapato, y, con todo eso, los llaman señoría, y se sirven con plata.

En la representación de la loa aparecía una barquilla, brillante como la plata, tirada por dos grandes peces y rodeada de tritones y nereidas, que cantaban y bailaban en el agua. En la barca estaba sentada en su trono la diosa del mar con una urna, de la cual salían varios surtidores, y con un traje largo y de muchos pliegues, de los cuales surgían también en todas direcciones otros surtidores.

Como lleva un apellido tan conocido y es además tan rico, pues... claro... no se imagina que alguien pueda decirle que no, y mucho menos yo, que en apellido le puedo igualar, pero en plata... El apellido, hijita, vale cuando se sabe elevarlo. El que no sabe abrillantarlo, o, por lo menos, mantener su brillo, valdría más que no lo hubiera heredado.

Si la muerte no teme aquesta gente, El Argentino fuera mas somoso El dia de hoy, que nueva ciertamente, Se tuvo aquí de un indio belicoso. La plata y oro bello reluciente Se ha visto, no es negocio fabuloso, Que cántaros de oro á maravilla Tenia aqueste indio y gran vajilla.