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Elogiolo su amiga con entusiasmo; después lo hizo pasar de mano en mano, recibiendo de todos las mismas alabanzas. Cuando volvió de nuevo al estuche, doña Fredes dijo: Este pañuelo fue bordado por mi hermana Práxedes, que Dios haya. Cuando lo estrenó en un baile del Círculo de Cosecheros, llamó tanto la atención, que se supo en Palacio al día siguiente.

Tuvieron cuidado las dos de darle lugar y comodidad a que saliese, y él, sin perdella, salió y luego fue a buscar a Lotario, el cual hallado, no se puede buenamente contar los abrazos que le dio, las cosas que de su contento le dijo, las alabanzas que dio a Camila.

Roger estimó en nombre de todos tan señalado favor, y la honra que les hacia, y fuese luego á dar razon á los Capitanes de lo que el Rey habia respondido, y entendido por ellos, lo celebraron y agradecieron con alabanzas.

Estos poetas, y especialmente los dos primeros y el último, gozaron en su tiempo de gran celebridad, según testifican las repetidas alabanzas, que de ellos hacen los autores coetáneos ; pero luego cayeron de tal modo en olvido, si se exceptúa Guillén de Castro, que acaso desde hace dos siglos se escriben aquí sus nombres por vez primera.

Pero sea de lo dicho lo que se quiera, relativamente eres noble y me basta, aunque mi clara nobleza preceda a la tuya en dos mil años lo menos. Te hablo con franqueza y desecho adulaciones y galanterías. Así darás mayor crédito a mis alabanzas sinceras. Garuda, por caprichosa y feliz inspiración mía, te llevó unos versos que distaba yo mucho de imaginar que pudiesen caer en tan hermosas manos.

Luego prorrumpió en alabanzas, elevando el vaso de un modo solemne. Ofrecía su libación á Eros, el más bueno de los dioses. Y Ferragut, que siempre había sentido cierto pavor ante las infernales y gratas mixturas de su cocinero, apuró de un trago su vaso, para unirse á la invocación. Todo quedó concertado entre los dos. Ella daba las órdenes.

Harto ya de alabanzas, y temeroso de haber atendido en demasía á conciliarse el favor del público, prefiriendo los caprichos de la moda al mérito real de sus obras, resolvió seguir otro rumbo, publicando bajo el fingido nombre de D. Gabriel Padacopeo sus Soliloquios de un alma con Dios.

Y como la historia ha de atreverse a decirlo todo, según manda Tácito, sépase que Anita, casta por vigor del temperamento, encontraba exquisito deleite en verificar la justicia de aquellas alabanzas. Era verdad, era hermosa. Comprendía aquellos ardores que con miradas unos, con palabras misteriosas otros, daban a entender todos los jóvenes de Vetusta. Pero ¿el amor? ¿era aquello el amor?

Había compuesto un devoto e inspirado himno latino a la Santísima Virgen María, tan lleno de bellezas y tan rico de amor místico, que, entusiasmados los monjes, le habían cantado en el coro, dando al joven poeta mil alabanzas y bendiciones.

Paso, señor Tomás replicó Lope : vámonos poquito a poquito en esto de las alabanzas de la señora fregona, si no quiere que, como le tengo por loco, le tenga por hereje. ¿Fregona has llamado a Costanza, hermano Lope? respondió Tomás . Dios te lo perdone y te traiga a verdadero conocimiento de tu yerro. Pues, ¿no es fregona? replicó el Asturiano. Hasta ahora le tengo por ver fregar el primer plato.