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Actualizado: 16 de septiembre de 2024
En los primeros tiempos, él se había contentado con contemplarla, había vivido con su luz, sin imaginar un gozo mayor, y cuando por fin llegó a concebir y vislumbrar otro, huyó de ella.
Sus ojos eran ya los más bellos del mundo, sus dientes parecían perlas, tenía un talle delicioso, y con su vestido de indiana ofrecía el aire más distinguido que imaginar se puede.
Pero la viuda de Zumarán no pensaba lo mismo. Cuando ella le dejó, no te puedes imaginar su indiferencia: le ha visto humillarse, llorar, y como si tal cosa. Muñoz no la preocupaba un chiquito. ¿Y ahora se casa con él?... Algún despecho, entonces. Eso sería más posible, ¿ves? Pero entonces sabe Dios lo que puede suceder.
En fin, si estás comprometido con la otra no digo nada... ¡Pero lo que es como guapa!... Y la familia, la misma... Estas palabras hicieron una impresión extraña en Gonzalo. El pensamiento así expresado era la fórmula brutal, pero exacta y precisa de su vago imaginar, de cierto desasosiego que le había quedado desde la noche anterior.
¿Pues quién ha de ser, niña? contestó Rafaela al ver o al imaginar que se recibían sin enojo sus insinuaciones , ¿Quién ha de ser sino el propio excelentísimo señor don Andrés Rubio? ¿Y por dónde lo sabes tú? ¿Quién te encomendó que me vinieses con ese recado? Me lo encomendó..., nada más natural..., el confidente de don Andrés. Me lo encomendó Longino.
Es cierto que nada podemos imaginar, sin referirlo á puntos del espacio: y que por lo mismo nos sucede que aun al ocuparnos de los objetos del entendimiento puro, siempre se nos ofrece alguna representacion sensible: pero no es verdad que el entendimiento se conforme con esas representaciones, pues que las tiene por falsas.
El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, sólo tal vez turbio del humo de la artillería, parece que iba infundiendo y engendrando gusto súbito en todas las gentes. No podía imaginar Sancho cómo pudiesen tener tantos pies aquellos bultos que por el mar se movían.
»No lo quiso creer Anselmo; antes, ciego de enojo, sacó la daga y quiso herir a Leonela, diciéndole que le dijese la verdad, si no, que la mataría. Ella, con el miedo, sin saber lo que se decía, le dijo: »-No me mates, señor, que yo te diré cosas de más importancia de las que puedes imaginar. »-Dilas luego -dijo Anselmo-; si no, muerta eres.
Y como, aparte de algunas huecas generalidades del artículo de fondo, discurrían acerca de asuntos conocidos, era mucho mayor el interés que despertaban. No es fácil imaginar cuán honda sensación producía en el concurso alguna gacetilla rotulada, por ejemplo: «Acontecimiento incalificable». A ver, a ver. Oír. Callar. Silencio, charlatanas.
No resignándose a pensar que fuese una enfermedad enviada por la naturaleza espontáneamente, se puso a imaginar que tenía la culpa la cocinera, que los alimentos eran de mala calidad, que se los servían unas veces crudos, otras salados o picantes, etc. Por reflejo, Clara tenía la culpa de todo. Se despidió a la cocinera; vino otra y pasó lo mismo.
Palabra del Dia
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