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Mi tío decía que tienes modestia y una delicadeza natural que es lástima no haya sido cultivada. ¿Tu delicadeza te impedía venir a reclamar lo que por la misericordia de Dios habías ganado? No hay más sino que tiene razón mi tío.... ¡Cómo estaba aquel día el pobre señor!... decía que ya no le importaba nada morirse.... ¿Ves ?, todavía tengo los ojos encarnados de tanto llorar.

¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza. -Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. -Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

Menudo réspice le echó la fundadora a su sobrino cuando salieron. «Pero, hijo, me has quitado la devoción con tus paseos por la iglesia. Ya decía yo que te habías de cansar». Pues tía, para primer día de curso, no puedes quejarte. Todo es empezar. Ya ves que una misita. ¿Qué querías? ¿Que fuera como ? Te aseguro que me satisfizo el ensayo.

Al verla salir, Julieta se desasió de los brazos amorosos, corriendo hacia ella para dar explicaciones. Ya ves.... Sólo viene por veinticuatro horas.... Imposible hoy.... Otro día. Es preciso atender á los vivos. Se vió la vieja en la soledad de la calle helada y negra.

Hoy en vez de una estrella fugitiva Ves brillar una flor nitida y viva De perfume inmortal, Que no ha de marchitar el cierzo helado Si del materno seno enamorado Tiendes sobre ella el cándido cendal. No conozco aun á tu hijo, mas soy padre, Y al través de los ojos de su madre Le miré con amor, Como al través de un rayo luminoso Desprendido de un cielo magestuoso Suele verse á lo lejos una flor.

MANRIQUE. No me he atrevido... no por qué se me ha figurado que me habíais de contar alguna cosa horrible. AZUCENA. ¡Tienes razón, una cosa horrible!... Yo, para recordarlo, no podría menos de estremecerme... ¿Ves esa hoguera? ¿Sabes lo que significa esa hoguera?

no ves aquí sino una mujer que te agrada más o menos y a quien deseas rendir a todo trance...

Ya ves cuán seductor es el rival que tienes, rival que me persigue y a quien no quisiera yo dar los miserables restos de que la cansada vejez no me despoje; divinidad en cuyas aras no quisiera yo hacer ruin libación, vertiendo las heces del cáliz de mi vida, sino derramarle allí, generosa y hasta pródiga, cuando aún está lleno hasta la orla del filtro ardiente de pasiones y anhelos.

Que se te quite, hija. Tengo un alma de la cual he de dar cuenta á Dios, y no he de faltar á mi Pepe por nada ni por nadie en este mundo. Porque ahí donde le ves tan pesadote y tan pelmazo, y que parece que se le pasea el alma por el cuerpo, es un hombre que sabe distinguir, ¿entiendes?

Sintió curiosidad y sorpresa, se levantó y encaminó sus pasos hacia la salita donde tenían las camas, y vió á Soledad inclinada sobre el baúl, apretando la ropa con las manos. ¿Qué haces? ¿No lo ves? El baúl replicó ella con voz firme sin volver la cabeza. El guapo quedó suspenso un instante. ¿Para marcharte? Eso mismo. Nueva pausa. Bien, hija.