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Este era otro de los objetos que llevaban á palacio al padre Aliaga: hablar con doña Clara. Sentía, además, un deseo punzante de hablar á la reina; y doña Clara, que era la favorita de la reina, podía satisfacer este deseo. Le importaba también no poco sentir por mismo qué aire corría en palacio.

Por otra parte, ¿qué le importaba a ella todo esto? Nada tenía que ver con tal asunto. Si había caso de conciencia, era para la que había trazado aquellas líneas, no para ella. Ella no era más que un instrumento pasivo, un autómata sin corazón, sin nervios y sin entrañas, que dejaba pasar el telegrama venenoso, producto de nuestra civilización, como en la edad media la justicia del Rey.

Pero no importaba; se seguía suspirando, y muchos de aquellos silencios prolongados que solemnizaban la ya imponente oscuridad de la tienda con aspecto de cueva; muchos de aquellos silencios que tanto agradaban a Reyes, estaban consagrados a los recuerdos del año cuarenta y tantos.

En una ocasión, sin embargo, cumpliendo las leyes rigurosas del juego, sentenciaron a Cecilia a dar un beso al joven Castelnau. La joven se puso de pie... ¡En aquel instante, yo fallaba a mi compañero un ocho de copas que era rey!... Hizo un ademán de impaciencia; ¿qué me importaba?

En el resto del día prestaba servicios en la taberna del pulpitillo. Había venido tan a menos en lo físico y en lo económico, que a su antiguo tertulio le costó trabajo reconocerla. «¿Y la otra?...». porque esto era lo que importaba. vii Santa Cruz tardó algún tiempo en dar la debida respuesta. Hacía rayas en el suelo con el bastón. Por fin se expresó así: «Supe que en efecto había...».

Dorrego era porteño antes de todo. ¿Qué le importaba el interior? El ocuparse de sus intereses habría sido manifestarse unitario, es decir, nacional.

En los versos a la poetisa peruana Amarilis dice así: "Dejé las galas que seglar vestía; ordenéme, Amarilis; que importaba el ordenarme a la desorden mía." Pronto sabremos lo que había de durar aquel orden en Lope. Trasládase a Toledo, en marzo de aquel año, y, por su correspondencia con el Duque, podemos seguir los preliminares, no sobrado místicos, de su dedicación eclesiástica.

Amarga era la suposición; pero no importaba gran cosa, porque Juan no permanecía nunca mucho tiempo en tal cautividad: se prendaba de un cuerpo hermoso hasta conocerlo poco a poco, beso a beso; pero enamorarse... ¡imposible! En esto precisamente fundaba Cristeta su esperanza. ¿Cuál era su plan? A nadie lo comunicó.

Le importaba poco que su país fuese gobernado por alemanes. Hasta en ciertos momentos lo juzgaba preferible, siempre que la paz se restableciese rápidamente, permitiéndole disfrutar otra vez de sus riquezas y reanudar la vida de meses antes, que ahora le parecía á medio siglo de distancia.

¿En Córdoba?... Ya murmurró Joaquín, a quien no le importaba gran cosa que la marquesa estuviera donde mejor le acomodase . Eso no importa. La marquesa vendrá... ¡Ah!, ya me olvidaba de decir a usted lo mejor. Tenemos orden del señor Canónigo para entregar a usted las cantidades que necesite. Usted dirá.