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El padre Aliaga detuvo su paseo y miró á las vidrieras. Ya obscurece dijo y el bufón no ha venido... ¡el tío Manolillo! acaso el tío Manolillo pudiera darme alguna luz. ¿Se puede hablar con vuestra señoría? dijo á la puerta el bufón, como si le hubiera evocado el pensamiento del padre Aliaga. Entrad, entrad dijo con mal encubierta ansiedad el padre Aliaga ; ¡cuánto habéis tardado!

Una vez allí, salió, despidió la silla de manos, y llamó á una puerta. Al primer llamamiento nadie contestó. Al segundo se sintió cerrar silenciosamente una ventana, luego pasos dentro, y al fin se oyó una voz tras la puerta, que dijo: ¿Quién llama por aquí á estas horas? Muy temprano os recogéis, señor Ruy Soto dijo el padre Aliaga.

La insinuación de su hermano abrió del todo la vieja herida de su corazón, y con voz que temblaba refirió cómo Adriana se veía con Julio Lagos, no sabía ella desde cuando, en casa de las Aliaga. ¿Y Adriana visita a las Aliaga? , yo he venido a saberlo no hace mucho. ¿Pero tu hija conoce aquello?... Tampoco podría decírtelo. comprenderás que hacerle una revelación semejante... ¡Ah!

Hablaba con tal entusiasmo la reina de Juan Montiño, que el padre Aliaga volvió á sentir en su alma la amarga desesperación que le había causado la sola sospecha de que Margarita de Austria amase al joven. Y la reina hablaba de tal modo por agradecimiento, porque Juan Montiño la había salvado de un compromiso horrible.

El padre Aliaga no contestó. El bufón le llevó por donde le había traído. Al llegar á la galería de los Infantes, le soltó. Desde aquí dijo sabéis salir del alcázar. Pero una palabra antes de que nos separemos: tened compasión de ella, tened compasión de vos mismo, tenedla, por Dios, de . El padre Aliaga se alejó en silencio y con la cabeza baja.

El padre murió hace muchos años; la viuda, joven todavía, fue causa del suicidio de... de una persona cuya muerte pasó como causada por un accidente; un hombre casado; hay una hija suya que es extraordinaria... Este señor y la viuda de Aliaga eran amigos desde la infancia; creo que habían sido novios y cuestiones de familia deshicieron el compromiso.

¡Y yo dijo el padre Aliaga, levantándose y extendiendo sus manos sobre el bufón, que al levantarse, al ver la acción del fraile, había quedado de rodillas : yo, ministro de Dios, te absuelvo de esa muerte en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu-Santo! ¡Amén! dijo con una profunda unción religiosa Felipe III.

La reina se estremeció. El padre Aliaga se cubrió de sudor frío. Pero la reina no se detuvo; dió dos palmadas, y se abrió la puerta de la cámara. Apareció la condesa de Lemos, que, por enfermedad de la duquesa de Gandía, desempeñaba accidentalmente las funciones de camarera mayor, como primera dama de honor.

El padre Aliaga estaba inclinado hacia la chimenea, arreglando los tizones y pidiendo á Dios que el montero de Espinosa callase, porque no se atrevía á imponerle silencio ni con una seña. Sin saber por qué, no quería dar una muestra de desconfianza al bufón. Esperaba mucho de aquel hombre, y lo esperaba de una manera instintiva.

, señora, el rey; y por cierto que te le hemos puesto blando como un guante; el padre Aliaga, que es muy amigo tuyo y muy bendito hombre, y yo, que soy un loco muy hombre de bien: conque hermana reina, quédese en paz y créame, y déjeme ir, y sobre todo, los mil y quinientos... y cuenta que no los das por la vida de don Rodrigo, sino por la tuya.