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Tendríamos también, seguramente, un gobierno Maura y un régimen de censura; pero como toda Europa estaría en condiciones análogas, no constituiríamos una excepción. ¡Qué orden, qué paz, qué tranquilidad las del mundo si, en vez de triunfar los aliados, hubiesen triunfado los alemanes! Entonces, nadie se hubiese vuelto contra los triunfadores.

Seguíles al Retiro, aunque a respetable distancia, porque me hubiera causado mucha vergüenza el que la mamá se enterase: la chiquilla, con menos prudencia, volvía a cada instante la cabeza y me dirigía sonrisas, que me tenían en continuo sobresalto. Al fin volvimos a casa en paz.

Los bergantines suben prestamente A descargar el hato que llevaban, El Guaranì acudiera diligente A ver que los cristianos esperaban. Recibidos de paz, y prestamente Los indios

21 y si tornare en paz a casa de mi padre, el SE

Las calles de Niza estaban repletas de forasteros como en los años de paz, cuando se celebraban las fiestas de Carnaval. Monte-Carlo veía aumentar considerablemente su público y se abrían nuevas salas en el Casino.

La humanidad se acostumbra fácilmente á la desgracia decía Argensola , siempre que la desgracia sea larga... Esa es nuestra fuerza; por eso vivimos. Don Marcelo no aceptaba su resignación. La guerra iba á ser más corta de lo que se imaginaban todos. Su entusiasmo le fijaba un término inmediato: dentro de tres meses, en la primavera próxima. Y si la paz no era en la primavera, sería en el verano.

Por lo demás, allí reinaba siempre una paz octaviana, y era cosa de ver la amable franqueza con que la esterera pedía prestada una sartén á la vecina de la izquierda, y la confianza íntima con que dialogaban en el quinto el soldado y la mujer del zapatero.

Doblando el libro, le dijo a la muchacha: Ya ves, mi oración es más consoladora que la tuya; tómala para ti y medita si tienes en esta casa la paz de Dios, la santa paz que

Juanita, sin hacer atención a las últimas palabras de don Andrés, y temerosa de que la vieran con él, porque allí había mucha gente, exclamó con cierta angustia: Por amor de Dios, señor don Andrés, déjeme vuecencia en paz y no se comprometa ni me comprometa. Don Andrés conoció sin duda que tenía razón la muchacha; cedió a su súplica y se apartó de ella.

Así, en una comunicación de un alto funcionario de Rosas he leído en estos días «que es un signo que su Gobierno ha mandado llevar a sus empleados en señal de conciliación y de paz». Las palabras Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios, son por cierto muy conciliadoras, tanto, que sólo en el destierro o en el sepulcro habrá quienes se atrevan a negar su eficacia.