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Tened piedad de , Dios mío; tiemblo por lo que he de sufrir yo y por lo que habrán también de sufrir mis hijos Alfonso y Cesarina y mi buena amiga madame Paradis que necesita de en estos momentos. Valor y prudencia.

Los hijos de este siglo, la Sapiencia Nos enseña, que son muy mas prudentes, Que no los muy dotados de inocencia, Para el vivir y trato de las gentes. Aquellos que no tienen tal prudencia Perecen con dos mil inconvenientes, Llevándoles ventaja los osados, Astutos y sagaces y treznados.

Mi deber me ordena el atreverme a todo para conseguir el bien; lo seguire, pero sera con prudencia. Senor, vos me habeis ordenado el venir a encontraros al ponerse el sol; vedle que va a eclipsarse detras de la montana. iBien! quiero contemplarle.

-No huye el que se retira -respondió don Quijote-, porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la basa de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo.

Oye, Juan, eres la prudencia y la razón encarnadas, en eso estoy conforme; pero por más que digas y hagas... Escucha, y acuérdate de esto, Juan; de esa casa saldrás enamorado. No lo creo respondió Juan, riendo. Y yo estoy seguro de lo que digo... ¡Hasta la vista! Te dejo en tus asuntos. Aquella mañana Juan hablaba sinceramente: había dormido muy bien la noche anterior.

La falta de pruebas que había, el enojo del Conde cuando empezaron a embromarle con doña Beatriz, sus negaciones rotundas y el respeto y consideración ceremoniosa con que trataba en público a aquella mujer, todo ello sirvió sólo para que se pasmasen los amigos del maravilloso disimulo, de la hidalga prudencia y del noble sigilo de aquel dichoso mortal.

Proviene su argumento del libro célebre de El caballero de Febo, espejo de príncipes y caballeros . La princesa tártara Lindabridis, á quien su hermano ha despojado del trono, no dispone de otro medio para recuperarlo que el hallazgo de un esposo, que aventaje al usurpador en valor y en prudencia.

Al entrar en posesión de mis facultades, se apoderó de mi el espanto y me estremecí viendo á aquella desgraciada inmóvil y contraída. La cogí, quise levantarla y su cuerpo me resultó pesado y blando en mis brazos. La llamé y no me respondía. Iba á pedir socorro para tratar de volverla á la vida, pero la prudencia me contuvo.

Porque no aún si será pública ó privada, mesón de transeuntes ó tránsito de infierno. Quedad con Dios, y sobre todo, prudencia, Juan, prudencia, y no os envanezcáis con los favores de la fortuna. No lo que será de dijo el joven, que estaba aturdido é impaciente. Pues procurad saber lo que hacéis, y adiós, que no quiero deteneros. Adiós, don Francisco, hasta mañana.

Tras de la bebida espirituosa, el señor de la torre va alimentando con prudencia al hambriento y aterido, que devora, más que come, cuanto le ponen delante de la boca. Ya hay hombre; pero alelado, taciturno y entristecido. Es preciso curar también aquella tristeza; y manda que le cuenten algo entretenido los que sepan cuentos o romances.