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Alguien que se precia de hastiado, de descontentadizo, de difícil, quedó tan hechizado que os siguió. Doña Beatriz se puso colorada otra vez. ¿Cómo sabes eso? dijo. El me lo ha dicho. ¿Quién? ¿Quieres que te regale el oído? El Conde de Alhedín, la flor de los elegantes, el más guapo de nuestros pollos. Sería por mi hermana. De eso no me ha dicho el Conde palabra.

Con estos planes e intenciones, la noche del día en que el Conde supo en el Ministerio de Hacienda quiénes eran sus desconocidas, hablaban éstas a solas en su pobre casa, mientras aguardaban a don Braulio, que estaba trabajando en la Secretaría. No te entiendo, Inesita decía doña Beatriz, sentada en una butaca enfrente de su hermana . Que yo no rabie, nada tiene de particular.

En seguida, después de haberla besado: Vengo a darte una noticia... bastante inesperada... La pobre baronesa, que se lisonjeaba de tener treinta años por delante... ¡Qué! exclamo Beatriz tornando violentamente el brazo de su amiga. Se murió anoche, hija mía, de un ataque de gota al corazón... Pierrepont me envía un telegrama encargándome que te lo prevenga...

Al cabo de algunos minutos volvió en , paseó a su alrededor la confusa mirada, fijándola luego sobre su marido, y un sordo gemido, con el movimiento súbito de sus manos para cubrir los ojos, atestiguaron que volvía a la vida, que recobraba la posesión de la terrible realidad. Beatriz, si una explicación te es demasiado penosa en estos momentos, la aplazo. ¡Oh, no... en seguida! murmuró ella.

Estás como una amapola dijo Inesita. El grupo en que habían visto al Conde venía hacia ellas de frente. El Conde iba sin duda a pasar al lado. ¿Quién sabe si les hablaría? ¿Quién sabe si les diría alguna palabra atrevida, que don Braulio oyese? Por este recelo quizá se había puesto tan colorada doña Beatriz.

»Esta es mi horrible situación. A nadie, ni a ti mismo, debiera confiarla; pero necesito depositar en alguien mi secreto dolor. Ven por aquí a consolarme. Ven también por Inesita. Acaso te ame. Es buena y cariñosa como Beatriz, y no tiene ambición como Beatriz. Además, eres joven y buen mozo... ¡Qué desatino hice en casarme!

Así, una mujer como doña Beatriz estaba pidiendo lujo, regalo, elegancia, adoración, incienso; pasear en coche, y no a pie; vivir en un palacio, y no en un piso tercero; no ocultarse entre el vulgo, sino resplandecer en la sociedad más elevada.

Para quien tu honor ofende Es sólo aquese instrumento. Don Gutierre viene también al palacio para pagar con su cabeza el delito cometido; pero las súplicas de Juan y de Beatriz dulcifican al cabo la cólera del Rey. Gutierre se casa con Beatriz, Don Alfonso la dota espléndidamente y hace caballero á Juan, modelo de lealtad y de nobleza.

Y... oíd: hacedme la merced de decir á doña Beatriz de Zúñiga que entre. No quiere quedarse sola murmuró la joven saliendo ; ¿qué misterio será éste? Y llegando en la antecámara á una hermosa joven que, acompañada de otras tres reía y charlaba, la dijo: Doña Beatriz, la señora camarera mayor, os llama.

Beatriz dio respuesta a su marido con un signo negativo de cabeza y en sus labios se dibujó indefinible sonrisa. Pocos días después de estos incidentes, ocupábase la crónica escandalosa de París de una ruptura entre el marqués de Pierrepont y la baronesa de Grèbe. Estos rumores eran fundados.