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Y si en esta demanda se sacrifican los Padres á la muerte, como ya recelan con mucho fundamento, no hay duda que con su sangre firmarán un claro testimonio de su lealtad que tienen y siempre tendrán impresa en sus corazones hasta la muerte.

Esta comedia no merece compararse con el Coriolano de Shakespeare. Darlo todo y no dar nada. Parece asimismo fruto de una inspiración poética, ya cansada, y digna sólo del gran vate en sus rasgos cómicos. El segundo Scipión. Scipión, el más joven, se transforma en una copia del más desventurado de todos los reyes españoles, esto es, de Carlos II. Duelos de amor y lealtad.

¿Os ofende? Me estáis enamorando. ¿Y hago mal suponiendo que eso sea? Eso lo sabréis vos. ¡Cómo! ¿que yo sabré si hago mal en enamoraros? , porque vos sabréis con cuánta lealtad, con cuánta razón podéis enamorar á una mujer á quien hace media hora que conocéis. La soledad tiene la culpa... Llamaré compañía... No; más bien si os desagrada mi atrevimiento, me iré yo.

Contiene: El hijo de la piedra, Amor, lealtad y ventura, El traidor contra su sangre, La devoción del Angel de la guarda, La tía de la menor, El marido de su madre, Los indicios sin culpa, El genízaro de Hungría, Callar siempre es lo mejor, El yerno del entendido, Con amor no hay amistad, El amor hace valientes. Matos Fragoso, según dice Barbosa Machado, murió en Madrid el 18 de mayo de 1692.

11 El trato muda costumbres, de D. Antonio Mendoza. 12 Con quien vengo, vengo, de D. Pedro Calderón. 1 No guardas tu secreto, de D. Pedro Calderón. 2 Juan Latino, de D. Diego Jiménez de Enciso. 3 Celos, amor y venganza, de Luis Vélez de Guevara. 4 La firme lealtad, de Diego de Solís. 5 La sentencia sin firma, de Gaspar de Ávila. 6 Fingir lo que puede ser, de D. Ramón Montero de Espinosa.

Miró sin pestañear a Fortunata, y cogiéndole una mano, le dijo con voz temblorosa: «Si usted me quiere querer, yo... la querré más que a mi vida». Fortunata le miró también a él, sorprendida. Le parecía imposible que el bicho raro se expresase así... Vio en sus ojos una lealtad y una honradez que la dejaron pasmada. Después reflexionó un instante, tratando de apoyarse en un juicio pesimista.

»¡Oh, Dios mío! ¿Qué no daría yo por ser en realidad su hermana? ¡Ah! Si lo fuera, me escucharía usted cuando yo le dijera: » Amaury, hermano mío, no seré yo quien te aconseje que olvides y traiciones un recuerdo sagrado. que tu corazón ha muerto para el amor y que ninguna mujer habrá ya de conmoverte. Justo es que seas fiel a tu muerta adorada; así obras con lealtad y así debes portarte.

Y cuando pasó el primer acceso, me dijo: «¡Yo no puedo permanecer por más tiempo en esta casa! ¡está maldecida para ! ¡no tengo parientes con los cuales llevarte, y no permanecerás aquí tampoco: ¡la reina! ¡yo he derramado mi sangre por el rey! ¡mi lealtad ha costado la vida á ese ángel!

Por fin dijo en tono más dulce: Si duda usted de , confiéselo francamente, Máximo. La lealtad es el primer deber del amor. Tiene usted razón. Y si, de igual modo, siente usted alguna vez el habérseme prometido, tenga la sinceridad de decírmelo. Se puede perdonar todo, menos el ser engañado. Le prometo a usted ser sincera. Y, ahora, no nos querellemos más.

Hubo de escribirse, por tanto, según todas las probabilidades, después del 6 de noviembre de 1675, en cuyo día fué declarado el joven Rey mayor de edad. El segundo Scipión, y Duelos de amor y lealtad. Muchas alusiones de estas dos comedias á Carlos II, á quien se adula sobremanera, hacen pensar que hubieron de escribirse después del 6 de noviembre de 1675.