Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de mayo de 2025
Llévola, señor, como una preciada prenda que recuerda mi acción. Vuesa merced no debe sentirse de mi insistencia, que es fuerza que la lealtad sea por momentos amarga. ¿Qué recelo es ése? ¡Válame Dios!
Como semejante cambio me parecía inaudito, no pude evitar el preguntarle: ¿Pero es cierto: ya no la queréis nada, nada? ¿Te hablaría del modo que lo hago, si no fuera así? replicó seriamente. ¿No tienes confianza en mi lealtad? ¡Oh, sí! dije cruzando mis manos sobre su brazo, en un ímpetu de cariño. Era muy cierto; porque después de tal respuesta no me turbó más la imagen de Blanca.
Esto se pregonó por bando público, mandando que tratásemos y tuviésemos los zervinos por leales vasallos de S. M. Tanto duró su lealtad cuanto comenzó el armada turquesca á parecer. Al principio de mayo comenzó á embarcarse la gente.
El rey leyó: «...pero lo que no conseguiríais del duque de Lerma ni de la camarera mayor, esto es, hablar con su majestad la reina en su misma cámara, sin temor de ser escuchados por nadie, va á procurároslo quien, no sirviéndoos por interés alguno, sino por su lealtad, os oculta su nombre.
Echósele de rodillas a los pies Florela, y díjole: Vuestro perdón os pido, que yo, por la lealtad que a mi señora tengo, y por el mucho amor que veo que mi señora os tiene, que aunque no lo confiesa, harto claro con las acciones exteriores muestra, he sido la causa de la desdicha que acontece.
Le atribuía las mejores cualidades y no dejaba de recordar que había egresado de la Facultad de Derecho con las más altas clasificaciones de su curso. Charito, abandonando por algunos minutos al joven de la voz amaricada, tomó las manos de Adriana y la miró con expresión sorprendida. ¿Por qué te portas así? Es un muchacho que te quiere con lealtad, con pasión.
Ester no podía menos de preguntarse si no fué desde el principio una falta de valor, de sinceridad y de lealtad de parte suya, permitir que el ministro se encontrara en una situación de la que nada bueno, y sí mucho malo, podría esperarse.
Sintió Delaberge rebelarse contra todo ello su lealtad generosa. Era necesario a toda costa impedir que el castigo, si castigo había, pudiese caer también sobre una cabeza inocente. No era justo que Simón pagase las faltas cometidas por su madre y por un extraño, en momentos de debilidad que no habían dejado huella ninguna... No era Delaberge un gran filósofo.
Don Luis permaneció en el despacho contemplando las cuartillas: «¡Si esto es un discurso! murmuraba. ¡Si no hay más que añadir al principio: Señores, y al final: He dicho! ¡Ah! sí, y algo de relleno; unos párrafos... mi consecuencia, la lealtad al gobierno, la libertad, el amor a las instituciones!» Era cosa resuelta; los taquígrafos tendrían que trabajar por causa suya.
Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros.
Palabra del Dia
Otros Mirando