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Momento pasajero de alegría tuvo al estrechar en los brazos á sus hijos Gonzalo y Rafael, autorizados á visitarle. ¿Qué más? El Duque de Lerma le enviaba testimonio de reconocimiento por el Norte de Príncipes que le había dedicado... y esperanzas, que corroboraba el nuevo Embajador D. Pedro de Toledo.

No, ciertamente: yo no hablo con nadie más que con las personas cuya lista da el duque de Lerma á la duquesa de Gandía. Os engañáis, porque habláis todos los días y á todas horas con una persona á quien no pueden ver ni la duquesa ni el duque. ¿Y quién es esa persona? Esa persona es vuestra favorita... la hermosa menina doña Clara Soldevilla.

Doña Clara Soldevilla solicitó una audiencia del rey y no pudo conseguirla. Dorotea esperó en vano toda la tarde al duque de Lerma y á don Francisco de Quevedo, con la mesa puesta, y ya cerca de la noche se puso verdaderamente mala y se metió en el lecho.

¿Dónde has estado? dijo doña Clara. Casa del duque de Lerma. ¡Oh! dijo doña Clara con toda la fe de su alma , no podía ser otra cosa; me habían engañado horriblemente. Quevedo dejó á los dos esposos en libertad de explicarse, y con uno de los vecinos de la casa envió á pedir dos sillas de manos.

¿Dónde estará ese hombre? exclamó. Si lo deseáis dijo Luisa le enviaré á buscar. ¡Para largas esperas estoy yo!... dijo la Dorotea . Me ahogo aquí en este chiribitil... y me voy... decid cuando venga á vuestro marido que le espera en su casa la querida del duque de Lerma. ¡Ah! , del duque de Lerma, á quien sirve de correo vuestro buen marido, como le sirve de otras muchas cosas. Conque adiós.

Añaden que la duquesa de Gandía se fué á su casa mala, porque el rey pasó la noche en el cuarto de la reina. ¡Que pasó el rey la noche en el cuarto de la reina! dijo con la voz ligeramente afectada el padre Aliaga . No me ha dicho nada su majestad. Pues preguntádselo al duque de Lerma, que dicen pasó la noche rabiando en el despacho del rey dijo alegremente Alonso del Camino.

Montiño estaba espantado con lo que veía, y sobre todo de la buena suerte de su sobrino. Conque dijo Lerma , ¿sabéis todo lo que debéis hacer? , señor. Seguir averiguando cuanto pudiere. Eso es. Procurar introducirme en la casa de esa dama. Eso es. Dar á mi sobrino esta cruz, y mandarle que venga á dar á vuecencia las gracias. Eso es.

El padre Aliaga recibía las distinciones y los cargos que por mismos le daban más fuerzas, más influencia, y respecto á Lerma, se mantenía firme como una roca. El padre Aliaga se había constituído en escudo de la reina.

¿Será sino de la sangre de los Girones dijo el encontrarse siempre metida en grandes empresas? ¿quién sabe? ¡pero aquí hay algo grave! ¿que no haya leído Lerma delante de la carta de la duquesa? ¿que no haya yo podido ver lo que ha hecho ese noble joven, en el breve espacio que ha estado inclinado sobre don Rodrigo Calderón, entretenido en detener á ese bergante de Juara? pero puedo ver algo... y algo tal, que sea una chispa que me alumbre.

Conócese que tratáis con el duque de Lerma. Porque me pesa de haberle tratado y porque quiero olvidarme de ello, de este año y medio que he pasado en el mundo, os he preguntado si sois secretario del duque de Osuna. Confiésome torpe; no os entiendo. Llevadme con vos á Nápoles; recomendádme al duque y que su excelencia me abra las puertas de un convento. ¿Magdalena os tenemos?