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Y diciendo esto, Kernok empujó a Durand contra el empalletado, que caía a pedazos. En efecto, aunque la corbeta estuviese horriblemente averiada, se adelantaba viento en popa sobre el brick con un jirón de vela de su mesana, mientras que El Gavilán, que había perdido todas sus velas, no podía evitar el abordaje que el inglés quería intentar, y que había de serle ventajoso porque eran más.

La escena del incesto es horriblemente bella, y demuestra el poder del arte del poeta, que ha sabido presentar un acto de la inmoralidad más repugnante, sin hacer impresión alguna de disgusto, sino, al contrario, inspirando un horror puramente ideal.

En casi todos los que trataba, percibía, o su exagerada susceptibilidad le hacía percibir, un dejo desdeñoso que le humillaba horriblemente. El amor frenético que profesaba a Clementina le compensaba bien de esta tortura y hasta se la hacía olvidar muchas veces. Pero aquella noche su dueño adorado, aunque no le olvidase, andaba lejos.

Mamá se había retirado por completo y la dejaba ordenar y dirigir a su antojo, con tal que las compotas y otras golosinas obtuvieran su aprobación. Yo, que era horriblemente mimada por toda la casa, tenía vergüenza de mi inacción y trataba de aliviarla en parte de sus trabajos, pero ella me rechazaba suavemente y me despedía.

Estaba muy envejecido, de mal color, y con más aire extranjero que antes. «¡Oh, puerta del paraíso!, ¡qué manos te abren...! Dispense usted... Me canso horriblemente» dijo Moreno, saludándola con tanta urbanidad como afecto. Estupiñá, que entraba detrás, le echó también un gran saludo a D. Manuel, permitiéndose abrazarle, porque eran antiguos amigos.

Vos me ofrecisteis encargaros de todos los preparativos de nuestra instalación en París, y como soy horriblemente indiscreta, acepto. »Quiero, apenas ponga los pies en París, poder gozar de París, y no perder el primer mes en viajes a casa del tapicero, del carruajero y de los caballerizos.

¿Y quién te ha dicho que las gallinas de tu casa no sufren horriblemente cuando se hace guiso de pollos? ¿O que los gatos de nuestros tejados no se sumergen en un mar de tristeza cada vez que nuestros fonderos ofrecen a sus clientes el «civet de liebre»?... ¿Sabes lo que sucede?... No adonde vas. A esto: los animales sufren lo mismo que nosotros, pero no les importa. Eso dices .

Era horriblemente fea, andrajosa, fétida, y al cantar parecía que se le salían del casco los ojos cuajados y reventones, como los de un pez muerto. Tenía la cara llena de cicatrices de viruelas.

Guillermina, que no gustaba de perder el tiempo, abordó al instante la cuestión de esta manera: «Yo tengo una amiga a quien quiero mucho... la quiero tanto que daría mi vida por ella; y esta amiga tiene un marido que... En una palabra, mi amiga ha padecido horriblemente con ciertas... tonterías de su esposo... el cual es una excelente persona también... entendámonos, y yo le quiero mucho... Pero en fin, los hombres...».

Si yo hubiese podido prevenirlo, no creo que él tomase la resolución heroica de privarse de sus cartas ni del placer de escribirle. Pero todos los hombres están sujetos al error, sobre todo los médicos. No enseñe usted esta frase a mis colegas. »Hicimos un viaje bien tonto de Malta a Corfú, en un vapor muy sucio, cuya chimenea humeaba horriblemente.