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No me he fatigado gran cosa. Yo creo que estoy mejor. Las pildoras de Dehaud, me parece que me prueban bien. Vaya, me alegro que al fin hayamos dado con una medicina que produzca algún efecto... ¿Quieres sentarte? Abuelita, dame un chocho dijo la niña interrumpiéndoles. No tengo, hija mía... ¿Tienes algún caramelo, Ventura? No. Tene Jame que está aquí. Venturita se puso horriblemente pálida.

Y así, desde hacía horas, vagaba bajo la lluvia. El reloj tocó las tres; en ese momento entró él, chorreando agua, con la mirada empañada, los cabellos mojados, pegados en desorden en su frente. Debía haber sufrido horriblemente. Quise acercarme a él, quise decirle una palabra de consuelo, pero no me atreví. La mirada huraña y sombría que me lanzó, me decía con bastante claridad: «¿Qué quieres?

Y sube por puertas y ventanas, la hiedra trepadora. Como queriendo cubrir de luto aquella mansión querida. Tengo un presentimiento que me hace sufrir horriblemente. Un desconocido no tardará en llegar al pueblo, y a fuerza de oro, se posesionará de todo cuanto alberga la sombra de mis padres. Donde están mis recuerdos más santos, mis afecciones más íntimas.

A la madrugada, se levanta la bruma de mar. Comienzan todos a inquietarse. Toda la tripulación está sobre cubierta. El capitán no abandona la toldilla... En el entrepuente, donde van metidos los soldados, la obscuridad es completa; la atmósfera está calurosa. Algunos están enfermos, tendidos sobre sus petates. El buque cabecea horriblemente; no se puede permanecer de pie.

Tan convenientes son para desarrollar la fuerza y la destreza del hombre sano el aire libre de la montaña y el trabajo en el campo, como propios á empeorar el estado de los cretinos el espacio estrecho y la húmeda obscuridad de la cabaña. Al lado de un hermano que llega á ser el más guapo y robusto joven, se arrastra otro, especie de excrecencia carnosa horriblemente viva.

Cansados de buscar, regresamos a la estancia, y al traspasar el umbral, la tos que el misterioso personaje padecía, aumentó de tal manera que oímos claramente que se ahogaba; esa horrible tos degeneró en ronquido, en estertor, y repentinamente se oyeron maullar, chillar horriblemente, en todas las disonancias imaginables, un crecido número de gatos.

Hasta el pueblo elegido para la inauguración matrimonial era horriblemente inculto, antipático y contrario a toda idea de buen tono... Bien se acordaba la dama de aquel lugarón, de aquella posada en que no había ni una silla cómoda en que sentarse, de aquel olor a ganado y a paja, de aquel vino sabiendo a pez y aquellas chuletas sabiendo a cuero... Luego el pedestre Bringas no le hablaba más que de cosas vulgares.

Un arca con tiradores a modo de mostrador ocupaba entera la parte inferior del lienzo más grande de pared; un crucifijo horriblemente ensangrentado pendía sobre el arca. Lo primero con que tropezó fue con Celesto que, de rodillas a la puerta, rezaba el rosario.

La gente joven escarmentaba con este ejemplo; los hombres tenían miedo, y los ricos, allá en la ciudad, con la imaginación fortalecida por el vino de sus bodegas, seguían añadiendo caperuzas a su fantasma, colgándole nuevos adornos de terror, agrandándolo de tal modo, que los mismos que lo habían visto nacer hablaban de él como de algo horriblemente legendario ocurrido en tiempos remotos.

Porque me he mirado a un espejo que tengo aquí colgado en la pared, y me he encontrado viejo, enfermo, horriblemente demacrado, con todas las señales de la tisis. He encontrado en mi mesa un manuscrito: manuscrito mío, no puedo dudar de ello. Ese manuscrito me ha dicho que he estado loco, que he soñado. Que he vivido muchos años, entregado a una pesadilla dolorosa y que despierto para morir.