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=E.= Afecciones de los sistemas cutáneo y linfático. Aunque el carbon altera la piel de diversos modos, domina siempre el carácter pasivo y asténico, la estancacion en los capilares, el prurito, la sensacion quemante, como se observa en la alopecia que cura ó detiene cuando procede de congestiones, de irritaciones repetidas del cuero cabelludo, como el eritema, la erisipela.

4 Y tomará Eleazar el sacerdote de su sangre con su dedo, y rociará hacia la delantera del tabernáculo del testimonio con la sangre de ella siete veces; 5 y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. 6 Luego tomará el sacerdote palo de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca.

¿Y qué hemos hecho, señor, más que lo que debíamos? dijo con la mayor audacia Cristóbal Cuero, el paje rubio amante de la Inesilla. ¿Cómo que lo que debíais? ¿Pues no habéis intentado envenenar á su majestad? ¿Quién os ha dicho eso, señor Montiño? dijo Cristóbal. ¿Quién ha de habérmelo dicho? ¡Los funestos, los terribles resultados!

Al salir la gente, pareció quedarse vacía la baca. El camargués habíase apeado en Arlés, el conductor marchaba a pie por la carretera, junto a los caballos. El amolador y yo, cada uno en su rincón respectivo, nos quedamos solos allá arriba, sin chistar. Hacía calor, el cuero de la baca echaba chispas.

296 Hagámosle cara fiera a los males, compañero, porque el zorro más matrero suele cair como un chorlito; viene por un corderito y en la estaca deja el cuero. 297 Hoy tenemos que sufrir males que no tienen nombre, pero esto a nadies lo asombre porque ansina es el pastel, y tiene que dar el hombre mas güeltas que un carretel.

Á la espalda la bien provista aljaba de cuero y el arco de combate, arma la más terrible y mortífera de las conocidas hasta la fecha y pendiente del cinto la espada, el hacha ó la maza, según la elección de cada cual.

Detrás está la tienda del kabila, que lleva a los viajes: el pollino se revuelca en el polvo: el hermano echa en un rincón la silla de cuero bordado de oro puro: el viejito a la puerta está montando en el camello a su nieto, que le hala la barba. Y afuera, al aire libre, es como una locura. Parecen joyas que andan, aquellas gentes de traje de colores.

Y sin el menor susto tomó la cáscara de nuez, la envolvió bien en musgo fresco para que no se saliera el agua, la puso en su gran saco de cuero, y se volvió por donde vino, saltando y cantando. ¿Ya sabes de dónde viene el agua? le gritó Pedro. , hermano; viene de un agujerito. ¡Oh, a este amigo se lo come el talento! ¡Por eso no crece! dijo Pablo, el paliducho.

El rey subió a un estrado más alto que los asientos de los demás; la princesa tenía su silla en un escalón más bajo, y miraba con susto a aquel hominicaco que le iban a dar para marido. Meñique, sereno como una rosa, abrió su gran saco de cuero, metió el mango en el pico, lo puso en el lugar que marcó el rey, y le dijo: «¡Cava, pico, cava

Vestía de negro y estaba sentada en un elevado sillón de cuero, mientras que todos los demás se hallaban acomodados en sillas más bajas. De suerte que D.ª Fredesvinda, que así se llamaba, parecía una reina rodeada de su corte. Y ciertamente, la pausa con que hablaba y la majestad de sus ademanes contribuían bastante a hacer la semejanza más perfecta.