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Ya no me espanto de las pestilenciales dolencias que con tanta freqüencia afligen á Persepolis; capaz es de envenenar todo el globo terraqüeo la podredumbre de tantos muertos y de tantos vivos apeñuscados en un mismo sitio. ¡Ha, qué sucio pueblo es Persepolis!

No sentía ninguna veleidad feroz; era lo mismo que la criaturita que le amaba tan entrañablemente sin que siquiera lo sospechara. Certifico que jamás se le pasó por la mente envenenar a su rival, ni atravesarlo de parte a parte en ningún claro de bosque solitario y poético. Cuando vio sus ilusiones hechas humo, vino de visita con el comandante.

De este modo, Clementina había conseguido introducir la turbación en casa de su enemigo y envenenar su tranquila felicidad.

¡No dormirá más, no! prosiguió la marquesa sin hacer caso de la interrupción . Yo me encargaré de envenenar su sueño, de tener abiertos sus ojos hasta que apunte la aurora.

No pongas esa cara tan seria. ¡No te van a envenenar...! Y, además, me divertirá saborear contigo un plato del que hemos hablado en circunstancias tan particulares... Espero que mi cocinera recordará la manera de hacer la salsa. LIONEL. Yo también lo espero. ¡Tu famoso plato va a resultar incomestible...!

Tenéis marcada el alma con el hierro de los esclavos, y sois mendigos porque debéis serlo. El día en que los pobres se juntasen para quemar las siembras, para envenenar las fuentes, sería el día de la gran justicia... Ese día llegará, y el sol, sol de incendio y de sangre, tendrá la faz de Dios.

Pero sus renovados odios trataban de envenenar la admiración: «¡Oh!, , señora pensaba . Ya sabemos que tiene usted un sin fin de perfecciones. ¿A qué cacarearlo tanto...? Poco falta para que lo canten los ciegos. Si estuviéramos como usted, entre personas decentes, y bien casaditas con el hombre que nos gusta, y teniendo todas las necesidades satisfechas, seríamos lo mismo.

¡No ha podido resistir esa muchacha!... ¿Sabes por qué te ha invitado? ¿Por qué? le pregunté sin disimular mi curiosidad. No te pongas pálido... ¡No te va a envenenar, hombre! me dijo Martín; te ha invitado porque hoy es su santo. ¿El santo de Valentina?... Pues no te puedes figurar cómo le agradezco que se haya acordado de ...

Creo que es esa una sociedad que no le conviene a usted gran cosa... No respondí por no envenenar la discusión. Celestina es pudibunda hasta el exceso y no ve nada más hermoso en la existencia que poseer el derecho virginal de vestirse de blanco en los días de procesión, a pesar de su cara apergaminada.

Y sin embargo, ¿en qué consiste que Fausto y Margarita interesen y enamoren tanto á las almas sensibles y hasta á las niñas honradas, que de seguro no harían todas las atrocidades que hizo Margarita de envenenar á su madre y de matar á su hijo? Por hoy no en qué consiste esto. Otro día trataré de averiguarlo. Mi amigo D. Miguel Moya me pide que escriba sobre el asunto que el epígrafe declara.