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Actualizado: 21 de mayo de 2025
D.ª Teodora, al verse objeto de la curiosidad pública, se desmayó. D. Juan y la doncella la sostuvieron. D. Peregrín siguió increpando a su enemigo ausente. La muchedumbre rió, gritó, se agitó tumultuosamente. Al fin todo quedó en paz, y la pudibunda jamona tornó a su domicilio, donde la dejaremos esparciendo un torrente de lágrimas.
Además, piensa que es muy doloroso morir a tu edad, y estarse pudriendo tierra tontamente, mientras los otros ríen y bailan sobre tu sepultura... ¿Sabes lo que sucederá después que te dés el tiro? te llamarán malogrado por los diarios, y requiescat in pace; a los dos días nadie se acuerda del santo de tu nombre: no olvides el refrancito: el muerto al hoyo, y el vivo al bollo; sólo papá y tiíta Silda te llorarán hasta la consumación de los siglos y esto será el único resultado de tu suicidio; bien triste, ¿no es cierto? ¿Y no te parece, hijito, que aquí hace mucho frío, que el suelo está muy húmedo, y que, ahí, encima de la maleza, se debe estar muy incómodo? ¿y no temes que la mano te tiemble, en el momento de disparar, y vayas a herirte malamente, y en lugar de volver muerto a casita, te lleven herido, para sufrir dolores y apósitos y visitas de médico? créeme y fíjate bien en lo que voy a decirte: tu falta, a los ojos de la moral, siempre pudibunda, es grave, naturalmente, no tiene vuelta de hoja, pero, tal como andan hoy las cosas en nuestro país, es una chiquillada, una gracia, que más que la censura, despertará la risa, con esta frase por todo comentario: ¡Qué diablo de muchacho! este Varguitas es muy vivo... No tiene más que hacer, pues, que ponerte bajo la égida de un fantasmón de la política, un Eneene cualquiera, y verás cómo esa falta, que a ti te parece tan deshonrosa, sirve maravillosamente para tu carrera, y recorres de un salto la escala, mientras los que se emperran en hacer el desairado papel de honrados, vegetan en los últimos tramos... ¿Qué no? ¿no te convenzo? ¿eres honrado, tú también? ¿tienes delicadeza? ¿tienes vergüenza? pues, hijo, pégate el tiro, porque, francamente, no sirves para nada... pero, ¡cuidado no tiembles!... ¿Y Susana? ¿qué me dices de Susana? ¿has visto porteña, más deliciosa? y la dejas, para que se la lleve otro: tú comprendes que, siendo como es, no quedará para vestir imágenes, y aunque constante y santa, por añadidura, no va a guardarte duelo toda la vida; fíate y no corras: las santas son de carne y hueso, por más que digan, y cuando la carne habla, no valen disciplinas, hijo... Ahí tienes: Susana hubiera sido tuya, a la larga; no lo dudes.
Creo que es esa una sociedad que no le conviene a usted gran cosa... No respondí por no envenenar la discusión. Celestina es pudibunda hasta el exceso y no ve nada más hermoso en la existencia que poseer el derecho virginal de vestirse de blanco en los días de procesión, a pesar de su cara apergaminada.
La pudibunda timidez del padre Juan, el horror que le inspira la idea de turbar la paz de las conciencias y su amor al orden y al sosiego, no consienten que perciba ni que ponga en claro con toda nitidez el vago y maravilloso concepto de Dios, que ha surgido en su alma, que la arrebata en el éxtasis y que la enamora sobrenatural y ultramundanamente.
Así, la pudibunda hija de Albion no se daba por notificada de sus 65 años y sus venerables arrugas, puesto que les tenia miedo á los Lovelaces. Por la noche, al instalarnos en un hotel de Coblenza, la señora preguntó cuál era el número de su cuarto.
Palabra del Dia
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