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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Y como las naciones no seguirán amenazándose y tratando de saquearse unas á otras, sobrevendrá la paz perpetua y se suprimirán el ejército y la marina nacional, tan costosos en el día. De aquí que el gobierno no servirá para nada, y los pueblos, por evolución y no por revolución, pacífica y no tumultuosamente, los obligarán á que se jubilen.

Sus efectos pueden compararse á los de un acceso de cólera que escita tumultuosamente, pero que abate despues sin medida. § II. Efectos fisiológicos.

D.ª Teodora, al verse objeto de la curiosidad pública, se desmayó. D. Juan y la doncella la sostuvieron. D. Peregrín siguió increpando a su enemigo ausente. La muchedumbre rió, gritó, se agitó tumultuosamente. Al fin todo quedó en paz, y la pudibunda jamona tornó a su domicilio, donde la dejaremos esparciendo un torrente de lágrimas.

La patrulla, al escucharlas, se precipitó hacia la puerta del café, y entró por ella tumultuosamente. El salón estaba desierto. Allá en el fondo, al lado del mostrador, se vela a tres o cuatro mozos con su delantal blanco, rodeando a un hombre que estaba tirado más que sentado sobre una silla.

Como quiera que esto deba entenderse, ocurrió, pues, hallarse el Campo de la Verdad lleno de turbas cuando fué conducido al suplicio S. Perfecto, y que, oyendo decir como el santo mártir acababa de ser degollado, volvieron tumultuosamente á la ciudad para verlo, «y muy contentas y alegres por haberle visto empapado en su sangre, como se habia revolcado en ella con el ímpetu de la muerte, se tornaron al campo para hacer su azala

Dáse el grito de alarma, é invaden tumultuosamente los salones del alcázar. Los esclavos del califa son los primeros en caer bajo la punta de los puñales. Se adelantan luego los agresores hasta el mismo Abd-el-rhaman; pelean con él unos instantes, le derriban al pavimento, le cosen á estocadas hasta oirle exhalar su último suspiro.

De repente veo delante de la muralla, un bastión, la puerta de la ciudad cerrada. Entonces, alucinado, sintiendo detrás de rugir la turba, abandonado de todo socorro humano, me acordé de Dios. Creí en él, gritándole que me salvase: y mi espíritu iba tumultuosamente recordando, para ofrecerle fragmentos de oraciones, de «Salves, Credos», que yacían en el fondo de mi memoria.

Al contrario, un centenar de aquellos salvajes intentaron acabar con los blancos y los chinos que presenciaban aquel furioso combate, y se dirigieron tumultuosamente a la playa. No había que perder un momento. Para los tripulantes que se habían quedado en tierra no había ya salvación posible y los más de ellos habían ya perecido. No era prudente exponer a igual suerte a los que se habían salvado.

La multitud que escuchaba experimentó dolorosa sacudida, se agitó tumultuosamente unos instantes, lanzó exclamaciones incoherentes contra los malditos animales, trató de imponerles silencio a gritos, y, por último, visto lo inútil de sus esfuerzos, se resignó a esperar que cesasen. Los ladridos, en efecto, se fueron extinguiendo paulatinamente, haciéndose cada vez más raros y lejanos.

Palabra del Dia

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