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Siendo el crisol fecundo donde empieza y continúa la Creación en todo su auge, posee la viva elocuencia de ésta: es la vida hablando á la vida. Los seres que por miles de millones nacen en su seno, son sus palabras: el mar de leche que los produce, la fecunda gelatina marina, aun, antes de organizarse, blanca, espumosa como es, habla también. Y todo junto es lo que llamamos la gran voz del Océano.

Esta accion del oro se estiende á las túnicas de los vasos y á todos los órganos huecos, por lo cual es un medicamento precioso y muchas veces superior á la sal marina, á la sepia y á la nuez vómica en el estreñimiento por atonía del intestino grueso, en ciertas relajaciones de los órganos genitales de la mujer, en el descenso de la matriz, en la hernia intestinal, en las gastro-atonías y las gastralgias rebeldes.

La partida estaba en su pleno y los «Play», «Ready» que se cruzaban entre los jugadores llegaban a su oído llevados por la brisa marina. Hasta distinguía el duro acento anglosajón y las notas argentinas de Blanca cuando se reía de alguna jugada torpe. Aquella chiquilla tenía la culpa de todo...

Pusieron dos piezas á la marina con que batieron las galeras hasta meterlas en fondo, que no se podía estar soto cubierta, que de lo demás, ya ellas estaban en seco en pasando la cresciente. En las galeras mató mucha gente la artillería, que de 3.000 balas que tiraron mientras duró el cerco, el mayor daño que hicieron fué en las galeras.

Y ya se disponían todos a emprender la marcha, cuando se abrió con estrépito el balcón de una de las casas, apareció un hombre en calzoncillos, y se oyeron estas palabras, que resonaron profundamente en el silencio de la noche: ¡El ladrón acaba de entrar en el café de la Marina! El que las pronunciaba era don Feliciano Gómez.

Eran caseríos desparramados en muchos kilómetros, sin más núcleo que la iglesia y las casas del cura y el alcalde. La única población era la capital, la llamada en los antiguos documentos «Real Fuerza de Ibiza», con su barrio anexo de la Marina. Cuando un atlot llegaba a la pubertad, su padre lo llamaba a la cocina de la alquería en presencia de toda la familia.

La marina de los primeros europeos había sido igual á la de los salvajes de las islas de Oceanía, que aún van actualmente en sus flotillas de troncos de archipiélago en archipiélago.

Unos tienen la solidez, la casi eternidad del árbol; otros se descogen y luego se marchitan, como las flores. Así, pues, la anémona marina se abre cual pálida margarita rosada, ó como áster granate adornado con ojos de azur; mas desde el momento que se ha desprendido un hilito de su corola, ó sea una nueva anémona, veisla disolverse y desaparecer.

Pues entre los ministerios de Guerra y Marina consumen más de la mitad del presupuesto. ¡Es decir que la administración, la justicia, la religión, los gastos que ocasionan nuestras relaciones con los demás países, las obras públicas y el fomento de todos los intereses materiales no cuestan tanto al contribuyente como esos caballeritos del pantalón encarnado!... Que las demás naciones de Europa tienen un ejército poderoso, bueno, ¿y qué?

He recibido la noticia oficial, el acta de defunción, el pésame del ministerio de Marina, el sable y las charreteras del difunto y una pensión de 750 francos para que pueda poner coche en los días de mi vejez. ¡Viuda, viuda, viuda! No hay palabra más bonita en la lengua francesa.