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Jamás tenía armas al alcance de la mano, y por el miedo de arrojarse desde el balcón llegó a cerrar de noche el de su cuarto con candado, entregando la llave a su hermana, única testigo y confidente de estos desvaríos. Su temperamento y la educación afeminada que había tenido eran la causa de ellos.

«Adentro, amiguito dijo la pluma; colémonos por este balcón que está de par en par abiertoAsí lo hicieron, encontrándose dentro de una gran sala en la cual había hasta cien personas sentadas alrededor de vasta mesa, llena de ricos manjares y adornada de flores, todo puesto con arte y soberana magnificencia.

Como la pieza tiene balcón, único claro que hay en la fachada correspondiente, la del noroeste, se cuelan las invernadas por él lo mismo que si no vinieran a Peleches más que para eso. ¡Como está tan alto y tan descarado!... Nadie ha podido habitar en esta pieza jamás. Cuidado, repito, mucho cuidado donde se pisa... ¡Ea! ya está de par en par, digo, ya están separados estos pingajos de puerta.

Petra dijo, sin rodeos, que había visto ella, con sus propios ojos, lo que jamás hubiera creído. El mejor amigo del amo, aquel don Álvaro que de día no se separaba de don Víctor... entraba de noche en el cuarto de la señora por el balcón y no salía de allí hasta el amanecer.

Andresito, cariacontecido y triste, seguía en un extremo del gran balcón, alejado de las personas graves.

La veía muchas veces desde la huerta, en su gabinete, sentada, arrodillada, o de bruces al balcón mirando al cielo. Ella casi nunca reparaba en él; no era como antes que le saludaba siempre. Aquello de Ana también era una enfermedad, y grave, sólo que él no sabía clasificarla.

Nadie bajó a recogerlo; ningún balcón se abrió siquiera para dejar caer sobre él una moneda de cobre. Los transeúntes, como si viniesen perseguidos de cerca por la pulmonía, no osaban detenerse. Al fin ya no pudo cantar más: la voz expiraba en la garganta; las piernas se le doblaban; iba perdiendo la sensibilidad en las manos.

Justamente, al cruzar tercera o cuarta vez por delante del balcón apareció en él la gentil chiquita, que al verme hizo un movimiento de sorpresa, acompañado de una mueca encantadora, se echó a reír y se ocultó de nuevo.

Al oscurecer, abandonó Jacobo el balcón para dirigirse a casa de Currita, donde estaba citado con el buey Apis desde la víspera; cierto senador famoso, disgustado recientemente con el Gobierno, había solicitado de Martínez, por medio de la dama, una entrevista, y ella apresuróse a ofrecerles, como terreno neutral, su propia mesa; ambos debían, por lo tanto, comer aquella noche en casa de la Albornoz con este objeto, y Jacobo, el niño mimado del nuevo partido, no podía faltar tampoco en aquella ocasión al lado de su jefe.

De una casa de la misma calle, por un balcón abierto, salían las notas dulces, lánguidas, perezosas de un violín que tocaban manos expertas. Se trataba de motivos del tercer acto del Fausto. El Magistral no conocía la música, no podía asociarla a las escenas a que correspondía, pero comprendía que se hablaba de amor.