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En Vetusta las señoras no quieren las butacas, que, en efecto, no son dignas de señoras, ni butacas siquiera; sólo se degradan tanto las cursis y alguna dama de aldea en tiempo de feria. Los pollos elegantes tampoco frecuentan la sala, o patio, como se llama todavía.

El merendero o cenador, donde comimos las fresas aquella tarde, que fue la segunda vez que Pepita y Luis se vieron y se hablaron, se ha transformado en un airoso templete, con pórtico y columnas de mármol blanco. Dentro hay una espaciosa sala con muy cómodos muebles.

«¡Pero, hija, qué alborotada está usted, y qué disparates dice! Extraño mucho que el pobre Juanín encuentre qué sacar de ese pecho...». Las demás personas que en la casa entraron estaban en la sala, sin atreverse a pasar mientras durase aquel animado coloquio de la diabla y la santa, cuyo lejano run run oían.

Al fin llego a las piezas que me han sido retenidas en el Jockey Club y tomo posesión de aquella sala desnuda, a la que me ligan hoy tantos recuerdos y que no entreveo en mi memoria sin una emoción de cariño y gratitud por los que me hicieron tan grata la vida en el suelo colombiano.

Hablando de la sala donde este retrato estaba antes colocado en nuestro Museo, dice Lefort. «Allí hay retratos de los más grandes maestros, ¡y qué retratos! El Conde de Bristol, de Van-Dick, el Thomas Morus, de Rubens; otros de Antonio Moro, de Holbein, de Durero, y precisamente a su lado uno admirable de hombre por el Tintoretto.

Todas las que presenciaron la indirecta que les echó la señora, la celebraron mucho, diciéndole doña Lupe al pasar a la sala: «Vaya unas despachaderas que tiene usted, amiga mía. Eso se llama carácter».

Veremos lo que saco en limpio dijo Villavicencio . Vaya, señora mía, me voy a hacer una visita de cumplido a la calle de la Verónica. Creo que bastará mi autoridad... De pronto presentose D. Paco en la sala sofocado y jadeante, y exclamó: ¡Ahí está, ahí está ya!... al fin la encontramos. ¿Quién?

Vendió la hacienda que le quedaba para comprar otra vara de alcalde, y alcalde fue algunos años, y por sus merecimientos, luego, oidor en la real chancillería de Valladolid, y por último nombráronle presidente de sala de la real chancillería de Méjico.

En toda la provincia de Toscana, ya sea en la choza del pobre, ya en el palacio de un príncipe, el paciente, humilde y caritativo fraile capuchino es bien acogido; en la casa de todo contadino está siempre preparado para él un pedazo de pan y una botella de vino, y en las villas y palacios de los ricos encuentran siempre un lugar en la sala de los sirvientes.

Lo que se a podido entender de bearne por cosa cierta es q. antonyo perez está en pau con don martin de la nuça y manuel don lope y christobal frontin y juan francisco mayorin, todos los cuales están con el dicho antonio perez, y estando comiendo la princesa estaban con ella, la cual tenia plática con antonyo perez en tanto q. la comida duró, porq. el personado que se enbió estubo ally presente en tanto q. la comida duró, porq. tenia q. tratar con la princesa acerca de las Rentas del condado de bigorra, q. es vso en aquella tierra comer en público y todos los q. tienen q. negociar entran en la sala q. comen.