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3 El hombre que ama la sabiduría, alegra a su padre; mas el que mantiene rameras, perderá la hacienda. 5 El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos. 6 En la prevaricación del hombre malo hay lazo; mas el justo cantará y se alegrará. 7 Conoce el justo el derecho de los pobres; mas el impío no entiende sabiduría.

¿Qué quieres decirme, Simón? Que estoy muy bien enterado de que en el señor don Mauricio no es oro todo lo que reluce. ¿Estás en tu juicio? ¡El banquero de más crédito de todos los banqueros de España! ¡El hombre que abarca los negocios más vastos y complicados; que manda en el Ministerio de Hacienda como en su propia casa! ¿Cómo puede ser eso?...

Ni la hermosura del paisaje ni el aspecto incomparable de las montañas, coronadas por el Citlaltépetl con brillante cono de nieve, ni la belleza sin igual del Pedregoso que corría gárrulo y cantante, distrajeron mi mente y ahuyentaron de mi alma la tristeza.... Pocas horas después me apeaba yo a las puertas de la hacienda. Estaba yo en Santa Clara.

Esta eminente señora había conseguido con una saludable energía que su marido no arruinase a la familia y los echase a todos por puertas. Antes que desbaratase su hacienda logró que se le privase judicialmente de la administración de los bienes y se le encomendase a ella. No es fácil representarse la firmeza con que doña Brígida empuñó las riendas de la casa.

Provincias enteras había que tenían cuantiosos descubiertos de muchos años atrás. Los dignísimos Jefes de Hacienda habían depurado todos sus recursos y excitaciones cerca de sus subalternos, y el final era arrastres y más arrastres en los cierres de cuentas.

Pensaba ella que los documentos nobiliarios valen solo cuando goza de poder, alta posición y riqueza quien los exhibe, y que todo esto, salvo la riqueza, estaba menoscabado y deteriorado en su indio, que al fin era un humilde súbdito de S. M. Británica y cualquier inglés empleado de Hacienda o cualquier coronel de caballería podría mirarle de alto a bajo.

La modestia y el recogimiento de doña Beatriz hacían que gastase poquísimo en su persona, así es que le sobraba mucho, en proporción de su corta hacienda, y todo lo consumía en obras de caridad. Paco Ramírez, testigo de todo esto, y única persona que veía a doña Beatriz en su soledad, acabó por enamorarse de ella perdidamente.

Tambien ha llegado á entender la reprensible tolerancia que se le advierte con el director, contador, tesorero y factor de la renta del tabaco, con los administradores de aduana y renta del vino, y con el ajente fiscal; los cuales, ademas de reunir los diferentes destinos incompatibles con su principal empleo, disfrutan acciones en la Nao de Acapulco en calidad de comerciantes y vocales del consulado: y en caso de ser cierto lo referido, es la Real voluntad de S. M. que á estos empleados se les obligue desde luego á renunciar semejantes acciones en la Nao y las demas comisiones de comercio, y aun los destinos que obtengan y no sean compatibles con el exacto desempeño de las obligaciones de sus empleos de real hacienda, conforme á lo dispuesto en las leyes y Reales órdenes de la materia, y que de lo contrario sean separados inmediatamente, dando V. S. cuenta á S. M. para que en su lugar nombre á otros que los sirvan con la pureza é imparcialidad que tanto conviene.

Lo cierto es, que Roger alcanzó de Andronico el dinero con tanta largueza, que pudo dar dobladas pagas; liberalidad grande, si la falta de hacienda y dinero con que se hallaba, permitiera que se le pudiera dar este nombre.

El escribano, ni adoró ni besó las manos a nadie, porque le tenía ocupada el alma el sentimiento de la pérdida de su hacienda.