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Resuelto a hacer una hombrada en lo del empréstito, los ochenta mil duros de que podía disponer le parecieron poca cosa, y, por consiguiente, una miseria los veinte mil del momento. ¿Qué valían éstos para aspirar él, como principal suscriptor, a la ofrecida recompensa? ¡Habría tantos banqueros que le aventajarían por triplicado!

En el segundo habitan los comerciantes, los banqueros, los cambistas, las gentes de moda, de actualidad, gentes que quieren producir efectos cómicos ó trágicos, y los miles y miles de curiosos y de negociantes extranjeros que este gran centro llama.

Siento no necesitarlas. Es buena ocasión. Adiós. Trasladóse al Banco, asistió a la reunión, y después de hacer efectivos los nueve mil duros del talón, salió con su amigo Urreta, otro de los célebres banqueros de Madrid. Al llegar cerca de la Puerta del Sol, se dieron la mano para despedirse. ¿Adónde va usted? le preguntó Salabert.

Después de tres años de correría triunfal, volvió a Madrid, acrecentada su hermosura por el extraño encanto del cosmopolitismo. Ahora la protegía el más rico negociante de España, y en su espléndido hotel reinaba sobre una corte sólo de hombres: ministros, banqueros, políticos influyentes, personajes de todas clases que buscaban su sonrisa como la mejor de sus condecoraciones.

No se me pagaría directamente a , porque eso habría despertado sospechas, sino al vicario general de la Orden de Capuchinos, residente en Roma, siendo los encargados de esta misión los banqueros de Blair, de Londres. Este convenio ha sido cumplido durante cinco años.

Los pueblos desmolados se echaban a morir. Avila, Toro, Córdoba y Granada se negaron a aceptar el encabezamiento de 1576. En las naciones extrañas el solo nombre de Felipe Segundo hacía palidecer a los banqueros. Los Fugger dieron por fin un nudo a la bolsa y volvieron la espalda. Otros no sabían si continuar o romper para siempre, como el judío que ha prestado a un tahúr de luenga espada.

Poco ántes de llegar á Francfort el tren se detuvo delante de una pequeña localidad rodeada de jardines y huertos, donde tienen sus casas de campo muchos de los opulentos banqueros y negociantes de la activa capital de la Confederacion. Al continuar el tren su ruta entró á nuestro carruaje un sujeto vestido con mucha sencillez, á estilo americano, alto, robusto y de fisonomía franca.

D. José Salamanca compra con monedas que los demás banqueros no conocen; compra y vende mercancías que no conocen los demás mercaderes, y en esto consiste que los demás ricos, los muy ricos, parezcan muy pobres comparados á Salamanca.

Si la tenía puesta con relativo lujo había sido a fuerza de súplicas de su mujer, de burlas de sus amigos, y sobre todo porque había llegado a convencerse de que necesitaba gozar de cierto prestigio exteriormente si había de competir con los muchos e inteligentes banqueros establecidos en la corte.

Nuestros banqueros y contratistas de obras públicas no queriendo, como es natural, pagar tributo a lo prosaico de las construcciones modernas, han solicitado el concurso de las edades más poéticas de la humanidad y de las comarcas más pintorescas para levantar sus viviendas suntuosas.