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Ella permaneció en París, y de tarde en tarde escapaba a la Península para ver a su marido, restableciéndose entre los dos por breves días cierto simulacro de reconciliación; pero en realidad según las amigas , estos viajes eran únicamente para procurarse dinero. Los ojos de María Teresa parecieron atraerle, y los dos se saludaron como antiguos conocidos.

Ella recordaba confusamente el cuadro de la habitación mortuoria, el túmulo negro, el Cristo de plata; alguien la había levantado en alto, y ella vio entonces, en el ataúd, una forma larga, cubierta desde la cabeza hasta los pies con un paño blanco; sólo aparecían las manos, traídas por encima del paño, horriblemente pálidas y tiesas. Pero no le parecieron las manos de su padre.

Nunca dió un paseo tan agradable como al marchar al lado de Kaledine por las calles de Chiaia hacia la ribera. ¿Qué decía aquel hombre?... Cosas insignificantes para evitar el silencio, pero á él le parecieron observaciones de profunda sabiduría. Su voz era, según él, armoniosa y acariciadora.

En las Cambroneras encontró un cuarto independiente, y decidió trasladarse a este barrio habitado por gitanos, que le parecieron más apreciables y tranquilos que las familias de las casas de vecindad. El alquiler se pagaba todas las noches: real y medio.

Cuando supo quién era yo, por boca de Neluco, estrechó con efusión mi mano entre las suyas, que me parecieron, por lo fuertes y aun por la aspereza de sus palmas, mejor que de carne y hueso, del roble secular de aquellos erguidos montes.

Pero, como vio que se tardaban y que Rocinante se daba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la puerta de la venta, y vio a las dos destraídas mozas que allí estaban, que a él le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando.

Lo cual llenó tanto de júbilo á aquellos varones apostólicos, que por ello sólo les parecieron bien empleados tantos sudores y fatigas. A causa de estos embarazos no pudieron llegar á los Chiquitos hasta mediado Diciembre, con que les fué preciso hacer alto en la Reducción de San Francisco Xavier por las lluvias que ya inundaban el país.

Y los pechos parecieron dilatarse con un suspiro de desahogo. Los ojos brillaban de satisfacción. ¡Terminada la pesadilla!... Era preferible la cruel realidad á una incertidumbre de días y días que los prolongaba como si fuesen semanas.

La caída de la tarde animando con reflejos de ópalo las aguas obscuras del Gran Canal, una góndola pasando junto a la suya en dirección contraria, y en ella unos ojos azules, imperiosos, brillantes, unos ojos de esos que no pueden confundirse, que son ventanas tras cuyos vidrios fulgura el fuego divino del escogido, del semidiós y que parecieron envolverla en un relámpago de luz cerúlea.

Don Acisclo oyó estas y otras razones que le parecieron enrevesados y absurdos tiquis-miquis; no hizo de ellos el menor caso; y escribió y pidió informes a varios sujetos muy conocedores de todo en Madrid.