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Con esto llegamos al hotel, situado al otro extremo de aquella misma calle; elegimos habitaciones, que nos parecieron excelentes; y como entonces se nos advirtiera ó notificara de oficio que en aquel establecimiento se almorzaba á las once en punto, batimos palmas en señal de alegría, y tomamos en seguida la escalera abajo, á fin de aprovechar la hora y pico que faltaba para la canónica del almuerzo, en dar el primer paseo artístico por la ciudad de los Fonsecas y Maldonados.

Las palabras que acababa de oír le parecieron el principio de una complicadísima serie de mentiras; pero en seguida se le ocurrió la idea de que si aquello fuese cierto, no habría de faltarle contrato para Carola, es decir, querida por cuenta ajena... y un coro a su disposición. Ocultando la sorpresa, repuso: De disponga usted; en cuanto a mi sobrina, se ha retirado del teatro.

A pesar de esto, siguió toreando a la fiera y apartándola de los picadores en peligro. Al principio, sus lances pasaron en silencio. Luego, el público, ablandándose, le aplaudió débilmente. Cuando llegó el momento de la muerte y Gallardo se plantó ante la fiera, todos parecieron adivinar la ofuscación de su pensamiento.

Molestaban a Fortunata las visitas que, según ella, sólo iban por curiosear. Doña Silvia no había podido resistir la curiosidad y se plantó en la casa el mismo día en que la novia salió del convento. Al otro día fue Paquita Morejón, esposa de D. Basilio Andrés de la Caña, y ambas parecieron a Fortunata impertinentes y entrometidas.

Hasta aquel instante no había reparado que Emma se había quitado muchos años de encima aquella noche, sobre todo en aquel momento; no le parecía una mujer bella y fresca, no había allí ni perfección de facciones ni lozanía; pero había mucha expresión; el mismo cansancio de la fisonomía; cierta especie de elegía que canta el rostro de una mujer nerviosa y apasionada que pierde la tersura de la piel y que parece llorar a solas el peso de los años; la complicada historia sentimental que revelan los nacientes surcos de las sienes y los que empiezan a dibujarse bajo los ojos; la intensidad de intención seria, profunda y dolorosa de la mirada, que contrasta con la tirantez de ciertas facciones, con la inercia de los labios y la sequedad de las mejillas: estos y otros signos le parecieron a Bonis atractivos románticos de su esposa en aquel momento, y el imperativo quédate le halagó el amor propio y los sentidos, después del mucho tiempo que había pasado sin que Emma hiciera uso de la regia prerrogativa.

Parecieron surgir de pronto músculos ocultos, tendones de irresistible expansión en todos sus miembros. No quiero gimió tristemente, como en presencia de algo que destruía sus ilusiones . No quiero eso... No querré nunca. Ojeda, ante la violencia de estos movimientos de protesta, comprendió que decía verdad.

No me parecieron muy avantajadas esas crias; la vacuna no tiene un crecimiento notable, y la caballar es bien inferior á su reputación. He observado que hay exageracion en lo que se dice generalmente de los caballos andaluces, lo mismo en Sevilla que en Córdoba y Granada.

Andronico sabida la pérdida, no le parecieron bastantes sus fuerzas para poderla restaurar, saliendo á cortarles el camino, antes desesperado entregó sus provincias, al rigor de las armas enemigas, desconfiando, no tanto del valor como de la de los suyos; daño que padecen todos los Príncipes que por su crueldad y tiranía hacen á los mas fieles desleales.

Los frecuentes y largos paseos de Beatriz en la avenida de los arrayanes le parecieron equívocos, conjeturando que sus cartas habrían de cambiarse por cima del poco elevado muro que cercaba el jardín de la parte del camino; pero su vigilancia en aquellos contornos resultó baldía. ¿Se escribirían sencillamente por el correo?

Sus ojos recobraron la acostumbrada dureza; sus facciones parecieron más secas, pálidas y angulosas. ¿Qué deseas? dijo con rudeza . ¡Porque seguramente no vienes por el placer de verme!...