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Y terminaba por declarar modestamente que él también «aportaría su concurso» inaugurando el concierto con un discursito en honor de las señoras, hermosa pieza de oratoria meliflua que llevaba aprendida de memoria y seguramente iba a afirmar su prestigio ante las nobles matronas. De ésta declaró desbanca Maltranita al abate de las conferencias. Usted lo verá, Ojeda. No; Fernando no pensaba verlo.

Perecían a docenas los hombres junto a los rieles. La conquista de una laguna o de un bosque por las cintas de acero era tan mortífera como la toma de un reducto artillado. A la caída de la tarde vio Ojeda pasar a don Carmelo mirando a todos lados. Iba por el buque en busca de Maltrana sin poder encontrarlo. Ese pobre se muere dijo en voz baja . Está en las últimas.

Sin duda la han limpiado en común para quitarle el vaho del mar... Maltrana continuó, después de una breve pausa: Esa señora que entra retrasada, tan alta y buena moza, es una chilena, ¡Qué mujer!, ¿eh, Ojeda? ¡Qué cuello, qué andares de reina, qué brillantes!... Pero no hay ilusiones posibles.

Encogíase humildemente, como si esta pretendida indiferencia de Fernando de la que él no se había percatado nunca le causase gran dolor. Y el caso es que yo tengo que pedirle una cosa... Deseo que me escriba algo; dos versos nada más: su firma. Quiero conservar un recuerdo para que mis amigas sepan que he viajado con el señor Ojeda, un poeta de España.

Ojeda repelió con terquedad estas invitaciones al «gran poeta» para que recitase algunas de sus obras.

Es un recuerdo que me amarga muchas noches... Pero ¿por qué hablo de esto? Frunció Ojeda el ceño, emocionado por las palabras de Maltrana. Hacía mal en acordarse del pasado; era mejor ir adelante sin volver la cabeza.

Che, Maltrana; venga para acá, galleguito simpático... Tome uno de hoja. Y le entregó un cigarro enorme, al mismo tiempo que añadía en voz baja: Siéntese, amigo, y conversemos... Diga qué le pareció esta fiesta de los gringos. ¡Qué pavada! ¿no?... Ojeda salió a la cubierta.

España terminó Ojeda dio a América todo lo que tenía, lo bueno y lo malo. Y no dio más porque no tenía más dijo Zurita . Los otros países no creo yo que tuviesen más que dar en aquellos tiempos... Pero nosotros, legítimos descendientes de los españoles, hemos heredado de ellos la mala lengua, la tendencia a hablar contra España y hacerla responsable de todo.

Algo muy triste, amigo Ojeda. Por voluntad del alemán, allí mismo hubiese terminado el incidente.

Y ella y su hermano protestaban, ansiosos de verlo todo. Llévanos contigo murmuró al oído de Fernando. Y sin esperar su aprobación, dio algunos pasos hacia el café para hablar con sus padres, pero sin acercarse a ellos. «Papá, mamá: nos vamos con el doctor OjedaTampoco se tomó el trabajo de escuchar su respuesta.