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»Con una ternura infinita soy siempre su respetuosa hija »P. S. Los besos para mi padre son los que hay a la derecha de la firma; los de usted son los de la izquierdaEL NUEVO DOM

» ¿Cuándo la has recibido y de quién es? » No tiene firma ni fecha, y la he recibido poco antes de entrar aquí. Me la trajeron de su parte; de parte de él... » Justo, para que, como cosa suya, cayera en tus manos y no en las mías. ¿Y crees que sea obra de Ángel? » Ángel podía llegar a olvidarme, pero no a herirme de este modo.

Quevedo se enjugó las lágrimas con el envés de la mano, y luego escribió con mano firme al fin del testamento: «No pudiendo permanecer en Madrid, del que salgo esta noche, delego las facultades que en este testamento se me otorgan, en el ilustrísimo señor Fray Luis de Aliaga, inquisidor general, archimandrita del reino de Nápoles, del consejo de Estado, confesor de su majestad el rey nuestro señor, que conmigo firma aceptando.

Con que firmes por , salgo de apuros. ¡Adiós digestión! Ahora que don Juan salía de la placentera calma, despertando de su amodorramiento. Ya has enseñado la oreja. ¡Firmar...! ¡firmar...! ¿ crees que una persona como Dios manda pone la firma, porque , al primer judío que se presenta?

El P. Irene buscaba al bromista y vió al P. Salví, que estaba sentado á la derecha de la condesa, ponerse pálido como su servilleta mientras con los ojos desencajados contemplaba las misteriosas palabras. ¡La escena de la esfinge se le presentó en la memoria! ¿Qué hay, P. Salví? preguntó; ¿está usted reconociendo la firma de su amigo?

El vulgo, en general, mal le quería, Y su vivir les daba grande pena; Y viendo que en la cama adolecía, Lo tuvieron los mas á dicha buena. El Santo Sacramento recibía En un dia, y estando casi agena El alma de su cuerpo, por gran ruego Testó, y apenas firma, y muere luego. Murió con mucho ánimo y con brio, Diciendo, ¡si podremos con la muerte!

Después de lo cual, joven me dijo le deseo una buena noche, mientras yo voy á ocuparme en despejar el terreno delicado de las convenciones preliminares, á fin de que el carro interesante del matrimonio llegue á su término sin inconvenientes. Hoy á la una del día se reunirán en el salón con el aparato y concurso acostumbrados, para proceder á la firma del contrato.

Despidió a la doncella, rasgó el sobre y buscó con la mirada la firma... tuyo, Juan. ¡Qué mentira! Los ojos se le arrasaron en llanto. Lo menos tardó un cuarto de hora en poder leer con tranquilidad de espíritu aquellas malhadadas líneas. Decían así: «Cristeta mía: Lo que temíamos. Esta mañana he recibido carta del agente. Estoy casi arruinado.

Sabido el objeto del álbum, cualquiera puede conocer la causa a que debe su origen: el orgullo del hombre se empeña en dejar huellas por todas partes; en rigor, las pirámides famosas, ¿qué son sino la firma de los Faraones en el gran álbum de Egipto?

«Tenéis un sobrino decía que acaba de llegar á Madrid; enviadle al momento á palacio. Tened en cuenta, que se trata de un negocio de Estado; que espere junto á la puerta de las Meninas, por la parte de adentro. Pero luego, luegoEsta carta no tenía firma. ¿Quién os ha dado esta carta, doña Verónica? No conozco la letra, no tiene firma. ¿Estáis de servicio? ¡Ay! ¡, señor!