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Actualizado: 1 de julio de 2025
A los lados había dos medallones bordados sobre papel con sedas de colores y en el centro la firma de Gloria Bermúdez, y debajo una fecha bastante atrasada. Aquella salita tenía extremado carácter, como hoy se dice.
Ahora bien, el pagaré fué presentado al vencimiento y remontando de firma en firma hasta el primer endosante, ¿qué se encuentra? Á Jacobo la Freneuse! Es, pues, evidente que recobró el billete después del crimen, y hasta es probable que sólo le cometiera para apoderarse de ese documento.
¿Ha privado a sus conciudadanos de todos los derechos y desnudádolos de toda garantía? Pues bien: no pudiendo hacer lo mismo con los extranjeros, éstos son los únicos que se pasean con seguridad en Buenos Aires. Cada contrato que un hijo del país necesita celebrar, lo hace bajo la firma de un extranjero, y no hay sociedad, no hay negocio en que los extranjeros no tengan parte.
Aunque la ilustrada redacción de La Abeja experimentó notable desengaño, no por eso desmayó. Pudo más en sus dignos individuos el noble deseo de la gloria que el afán de lucro. Habíamos gastado algunos cuartos, es verdad, pero en cambio habíamos salido a la luz de la publicidad y visto nuestros pensamientos en letras de molde y con la firma al pie.
Pocos días después me mostró una carta sin firma. ¿Os escribís? le pregunté. Esta carta me dijo es la única que de ella he recibido y no he contestado. La carta estaba concebida, poco más o menos, en los siguientes términos: * «Es usted un niño que pretende obrar como un hombre y yerra usted doblemente al envejecerse. Haga lo que quiera, los hombres serán siempre mejores o peores que usted.
Su firma en un sinnúmero de pagarés, y tan desacreditada, que a su mismo portero le prestarían un duro los usureros mejor que a ella. Vencimientos ineludibles que había que satisfacer, so pena que la familia se desacreditara... y nada con que pagar, absolutamente nada; la carencia más completa de medios para salvar la situación. Las necesidades de la casa lo arrebataban todo.
Es evidente que Rojas vivió después del año mencionado: un autógrafo suyo, de Durán, el Auto de la Ascensión de Christo nuestro bien, lleva la firma Francisco de Rojas de hedad de 53 Años aun no cumplidos; sería difícil, que, hablando de un hombre muerto á los cincuenta y tres años, se dijese que excitaba la compasión por su juventud.
Aquellas cartas que la enferma había garrapateado con su mano trémula, aquellas cartas en que a veces ponía besos para su madre en un cuadro mal dibujado debajo de la firma, aquellas cartas que la duquesa había regado con sus lágrimas, fueron registradas sobre una mesita del salón, como un juego de naipes, por un viejo depravado y una mujer perversa.
Un mediano pasar nada más: una situación decente para la familia. La casa sí que es fuerte: la firma Goycochea y Mazpule tiene algún crédito. Giramos al año unos veinte millones. Pero nos deben mucho... ¡Hay tantas quiebras!
Lo que misia Casilda deducía de todo esto, era tan espantoso, que se puso a llorar... El desgraciado niño lo había dicho: que era más culpable de lo que ella creía. Entonces, si la sospecha horrible resultaba evidente, urgía recuperar el pagaré de manos de don Raimundo, no darle ocasión de que fuera a poner bajo los ojos de ese hombre la firma falsificada...
Palabra del Dia
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