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Actualizado: 1 de julio de 2025
De manera que el derecho y las garantías existen en Buenos Aires bajo el despotismo más horrible. «¡Qué buen sirviente parece este irlandés!» decía a su patrón un transeúnte por Buenos Aires. «Sí contestaba aquél ; lo he tomado por eso: porque estoy seguro de no ser espiado por mis criados y porque me presta su firma para todos mis contratos.
Felipe III leyó la cabeza y la firma: «¡A don Rodrigo Calderón! ¡El duque de Uceda!» Lee, lee... y juzga. «Mi buen amigo: Es necesario que se den las alcabalas de Sevilla á Juan de Villalpando. Ya le conocéis. Es un hombre muy á propósito para nuestros proyectos. No os olvidéis que para acabar con el duque de Lerma...»
Esta mañana encontré en mi mesa, entre otras cartas, una sin firma y de letra visiblemente desfigurada, concebida en estos términos: «Va usted a adornar su casa con una obra de hermosa apariencia, pero que ha sido ya leída y estropeada por otro. Sépalo.»
La firma es suya Y la letra de mi Arráez. ¿Quién escribe esto a Narváez, Cristiano, por vida tuya? NU
Abriola don Alejandro, que ya había entrevisto al pendolista en la bastarda algo temblona del sobre; leyó la firma ante todo, y dijo a Nieves: De quien yo me presumía por la letra. ¿De quién, papá? Del famoso farmacéutico. A ver qué se le ocurre al bueno de don Adrián.
Todo sea por Dios. ¿En qué casa, por pobre que esté, no hay recado de escribir? Se ofrece echar una firma, tomar una cuenta, apuntar un nombre o señas de casa para que no se olviden... Tome usted este lápiz, que ya está afilado, y lléveselo también, y cuando se le gaste la punta, se la saca usted con el cuchillo de la cocina».
Ponía la firma de quien le parecía, escribía nuevas que inventaba a las personas más honradas y dábalas en aquel traje cobrando los portes. Y esto hacía cada mes, cosa que me espantó ver la novedad de la vida. Entraron luego otros dos, el uno con una ropilla de paño, larga hasta el medio valón y su capa de lo mismo, levantando el cuello porque no se viese el anjeo, que estaba roto.
Y a la verdad, pocos podían leer aquellos versos titulados «Infelicissimus», que empezaban: «¿Por qué no ondea el ciprés sobre esta frente?» publicados por vez primera en El Alud, bajo la firma de Lady Clara, sin sentir temblar en sus párpados una lágrima de poética unción.
Comedia del bruto Ateniense, compuesta del licenciado Gaspar de Mesa, año de 1602, autógrafa, con la firma del mismo Gaspar de Mesa. Doy aquí también noticia de algunos otros manuscritos de la misma biblioteca de Osuna, que por llevar las fechas, pueden servir de punto de partida para ulteriores investigaciones. La loca del cielo, de D. Diego de Villegas, con la licencia de 1625.
Palabra del Dia
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