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Actualizado: 1 de julio de 2025


Casi se oiría el volar de una mosca, sobre todo en las cercanías del palco presidencial. Procediose a la firma y lectura del contrato de Unión.

Y se marchó, bruscamente, después de guardar el papelucho en su cartera de cuero. Parecióle a misia Casilda que, vestidita como estaba, la habían zambullido de cabeza en agua fría, porque daba diente con diente, como quien tiene tercianas, a la vez que llamaradas de fuego le quemaban la cara. ¡Esteven fiador de Quilito! ¿De qué manera había el joven obtenido esta firma? ¿directamente?

Su cuerpecillo, magro y desvencijado por el diario chocar con los esquinazos de la miseria, se guarece en un chaquet ribeteado de trencilla, de un negro desvaído, al que las virtudes de constante pulcritud de su dueño han dado un magnífico brillo que miran envidiosos los puños deshilachados y la tirilla restaurada con tiza, por el buen parecer, el día en que Su Excelencia tiene la bondad de llamarle a la firma.

Pero Fontenoy, que es una gran cabeza, las ha visitado todas, y tengo en él una confianza absoluta. Yo no hago en realidad mas que poner mi firma en los informes de las personas competentes que él envía allá, para tranquilidad de los accionistas. El español no pudo evitar que sus ojos reflejasen cierto asombro al oir estas palabras.

El secreto á voces se escribió en 1642: encuéntrase en la biblioteca del duque de Osuna el original autógrafo con la firma de Calderón, la fecha de Madrid 8 de febrero de 1642, la nota para Antonio de Prado y licencia para la representación de 1.º de junio del mismo año.

Hasta se imaginó que su sonrisa actual era continuación de otras sonrisas anteriores que no había podido reprimir mientras con un lápiz en la mano y el casco de orejas metálicas en la cabeza escribía las palabras misteriosas llegadas á través de la atmósfera. Gillespie le arrebató el despacho para abrirlo.... ¡Oh Dios! ¡La firma de miss Margaret!

En aquel tiempo, después de haber los hombres de la Convención repartido a su capricho las provincias de Francia, ejercían sobre ellas un poder sanguinario y absoluto, en nombre del orden público. La vida de las familias dependía casi siempre de una palabra o de una firma de los representantes del pueblo.

Margarita de Austria, que miraba con profunda alegría el cambio que se había operado en Felipe III, puso otra nueva carta abierta sobre la que el rey leía por segunda vez. Del conde de Olivares dijo el rey leyendo la firma de aquella segunda carta.

Solamente un mes más tarde tuvo míster Hall sus tres docenas de tablas, y veinte segundos después, ni más ni menos entregó a Candiyú el gramófono, incluso veinte discos. La firma Castelhum y Cía., no obstante la flotilla de lanchas a vapor que lanzó contra las vigas y esto por bastante más de treinta días perdió muchas.

Venal hasta la impudicia, recibía regalos de sus protegidos y el precio de su firma variaba según la ocasión y según el asunto: desde el portal hasta el desván, el pie tropezaba con objetos de arte, abandonados, oferta de la turba de ambiciosos agradecida.

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