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De pronto, Cristeta se vuelve, avanza en dirección al portal... se detiene para dejar paso a un hombre que va cargado, y en seguida, obedeciendo a un impulso inesperado, con un movimiento nervioso, se vuelve de espaldas y echa a andar muy de prisa, calle arriba, por donde vino.

La máquina llegaba frente al portal, y aquí era donde se probaba la habilidad náutico-cocheril del mayoral: la máquina daba una vuelta, los machos entraban en el portalón, y tras ellos el vehículo, siendo entonces el ruido tan formidable, que la casa parecía venirse al suelo.

Bajó y se encontró en la calle; sola en la calle, sola en el mundo, sin asilo, el cielo encima, desolación en derredor, ni un rostro conocido, ¿A dónde iba? En el portal sintió ruido y volvió la cara: era el perro melancólico que la seguía.

19 Y volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. 20 Y muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de ; ¿para qué le oís? 21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado; ¿puede un demonio abrir los ojos de los ciegos? 23 Y Jesús andaba en el templo por el portal de Salomón. 24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo quitas nuestra alma?

Todas le miraban por la escalera abajo, y por el patio adelante, y por el portal afuera, haciendo unos gestos tales que parecía el mismo demonio persignándose.

Al tiempo de salir entraba en el portal Paca, quien, al verme, abrió unos ojos como puños, y dilatándose después su rostro con sonrisa placentera, exclamó: ¡Madre mía del Rosío! ¿Uté aquí, señorito?

Cuando llamé a la puerta estaba más muerto que vivo. Salió Matilde a la cancela, y al verme se puso hecha una hiena: «¿Qué vienes a hacer aquí? ¡Márchate! ¡Vete ahora mismoCreí que el mundo caía sobre ... No cómo pude salir del portal, ni cómo he llegado hasta aquí... ¿Y no es más que eso?... Pues se apura usted por bien poco.

Entonces, el Magistral se acercó a la Regenta y deprisa y en voz baja dijo: Se me había olvidado advertirle que... el lugar más a propósito para... verse... es en casa de doña Petronila. Ya hablaremos. Bien contestó la Regenta. Lo he pensado, es el mejor. , , tiene usted razón. Subió Ana por la escalera principal y salió al portal don Fermín.

En el ancho portal daban guardia dos caballeros armados de punta en blanco, calada la visera y apoyados en sus lanzas; y entre ellos, sentado á una mesa baja y atendido por dos pajes, se hallaba el secretario de Su Alteza, encargado de anotar en el registro que delante tenía el nombre y títulos de los nobles visitantes y en especial los de aquellos recién llegados á la corte.

Doña Paula, que había acompañado a su hijo hasta el portal, dijo con énfasis al cochero: A casa de don Pompeyo Guimarán... ya sabes.... , ... Dobló el coche la esquina; don Fermín corrió un cristal y gritó: Despacio, al paso. Miró la carta de Ana. Rompió el sobre con dedos que temblaban y leyó aquellas letras de tinta rosada que saltaban y se confundían enganchadas unas con otras.