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Sin embargo, haciendo extraños movimientos, continuó en su singular delirio: ¡Ven acá, borriquita! ¡So, so! ¡quieta! ¡Qué oscuro está! Alerta con los baches, y cuida también de él, vieja. Ya sabes que a veces, cuando está borracho, rueda como un tronco hasta la cuneta. Corre, pues, en derechura hasta el pino de allá arriba, en la colina.

Montiño no pudo resistir más; su cabeza se partía, su pecho se abrasaba, y antes de que pudiese separarse de allí, su locura estalló, y gritó con un acento espantoso: ¡Perdón! ¡perdón! ¡yo pasaré todos los días de mi vida en la penitencia! ¡pero! ¡suéltame! ¡suéltame! ¡no me arrastres contigo! ¡yo pasaré mi vida orando y haciendo que la Iglesia ore por ti!

No es eso... ¡cada que me acuerdo!... ¡Mire que me he reído!... le hablaba al caballo, ¿sabe? ¡como a un cristiano! ¡y le hablaba en su lengua!... ¡fíjese!... ¡qué le iba a entender! Ahora se distingue a Melchor. ¿Ha visto, don Ricardo?... ¡Si yo no mentir! ¿Qué bien viene, eh? ¡Ha de venir contento!... Si don Melchor es así... en haciendo el bien...

Gener, son una caterva de majaderos, criminales y bellacos los que triunfan, se encaraman y lo gobiernan todo, mientras que los superhombres andan por ahí desperdigados, con poquísimo dinero, sin poder y sin influjo, y tal vez haciendo observaciones y experiencias, y escribiendo librotes que casi nadie lee. ¿Y cómo ha de leerlos nadie cuando la sociedad gime hoy, según el Sr.

Y ya comenzaba a recitar con labio balbuciente un capítulo de la historia sagrada cuando vino a interrumpirlas Manín. Entró con su eterna chaqueta verde, calzones cortos, su gran calañés mugriento, haciendo temblar el piso con los zapatones claveteados. A esta indumentaria, arcaica ya en la provincia, debía gran parte de su notoriedad y la fama de terrible cazador de osos que había tenido.

Su cuenca estaba minada por fuegos subterráneos, que buscaban salidas extraordinarias por el Vesubio y el Etna y respiraban continuamente por la boca del Stromboli. Alguna vez estos hervores plutónicos elevaban el suelo, haciendo surgir, como tumores de lava, nuevas islas sobre las olas. En su seno existía doble cantidad de especies animales que en los otros mares, aunque menos numerosas.

Al cabo, perdiendo en cada luz una esperanza, como Colón antes de ver la tierra que buscaba; salvando nuevos precipicios y lloviendo siempre y haciendo cada vez más frío, llegó la expedición a puerto de seguridad.

No estaba en este tiempo tan poblada, Como al presente está de Lusitanos: No está mucho la costa desvíada, Poblada de valientes Africanos: De color negra y son muy tisnada, Los que mas á Cabo Verde son cercanos, Y tienen en comun carniceria, De los negros haciendo anotomía.

Una noticia parecía circular por los dos planos del jardín, haciendo surgir personas de los senderos, de los grupos de palmeras, de las murallas de vegetación. Lubimoff se dejó arrastrar por esta alarma, volviendo sobre sus pasos. Vió de lejos una mancha creciente y bullidora, un grupo al que se iban uniendo las filas serpenteantes de curiosos que bajaban corriendo las escalinatas.

Haciendo, pues, labrar una grande cruz, se fué con ella en procesión á la plaza, en donde la colocó en el mejor lugar por trofeo de la victoria, y en señal de la posesión que Cristo y su santa ley tomaban aquel día de los Quiriquicas; y los cristianos entonaron las letanías á dos coros de música, lo que á los bárbaros, que nunca hasta entonces habían oído harmonía de buen concierto, les pareció cosa del cielo, y estaban como absortos oyéndola.