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Vaya unos zotes añadió Santorcaz . Pero venid acá: ¿no veis que hay en Sevilla una Junta, que es la que dispone? ¿No veis que hay otra en Granada, otra en Córdoba y otra en Málaga, etc.? Pues en lugar de todas esas Juntas pequeñas que gobiernan en cada pueblo, ¿no puede haber una muy grande que se reuna en Madrid y acuerde lo que se ha de hacer?

Tan seguros como yo a estos hombres, tenía a los de Coteruco mi gran amigo don Román de la Llosía, y ya te he contado cómo y por qué, dos años hace, en cuanto vinieron estas políticas nuevas que hoy nos gobiernan, en un abrir y cerrar de ojos se le fueron de las manos, y de hombres agradecidos y cariñosos, se convirtieron en fieras enemigas suyas, hasta el punto de verse obligado el caballero, más por dolor de lo que veía que por miedo que lo tuviera, a mudar su residencia a Santander con toda su familia.

Los sentidos y las pasiones te gobiernan, y la forma es uno de tus dioses más queridos. Para ti han pasado en vano diez y ocho siglos consagrados a la sublimación del espíritu. Y esta sociedad egoísta que ha permitido tal abandono, ¿qué nombre merece?

Pero ¿quién ha puesto en los átomos esa inteligencia, que no tiene conciencia de que entiende, ese prurito infatigable e infalible que crea la vida y que después la mejora? Todo ello se explica presumiendo al Dios que Nietzsche y Gener niegan, cuya voluntad soberana y cuya suprema inteligencia lo preparan, lo gobiernan y lo disponen todo.

Atendiendo, pues, al uso que los hombres comunmente hacen de los sentidos y de la razon, puede decirse con verdad, que son mas sensibles que racionales; esto es, se gobiernan mas de ordinario por las apariencias de los sentidos, que por el fundamento de la razon.

Todos conocían su lealtad impecable y aquel su empeño de aguijonear ambiciones: «¿Qué espera vuesamerced, señor Deán, para pretender la mitra que tanto se merece?» «El peor enemigo de vuesa merced, señor Alférez, es su propia modestia, que yo de muchos que, con la mitad de los servicios que todos le conocemos, gobiernan plazas y comandan ejércitos.

Los doctores tienen siempre gran metimiento con los que gobiernan: en mi país, todos los amigos del Presidente son doctores... Mi pleito se resolvería «sobre tablas», como quien dice, sólo con que el rey enviase una esquelita al gobierno de Buenos Aires, o mejor aún, al gobernador de Salta, diciendo: «¿Qué es esto, señores? Lo dado, dado está, y entre caballeros no está bien faltar a la palabra.

No se entienda por esto que supongamos indispensables, ni siquiera convenientes la desconfianza perpetua o la frecuente insurrección de los gobernados para que éstos no se hagan, a par de víctimas, cómplices de las torpezas, desmanes y crímenes de los que gobiernan.

Confieso que la Revolución causó muchas víctimas y que aun hoy el mantenimiento da sus reformas exige ciertas precauciones que tal vez parezcan poco humanitarias; pero ¡qué de beneficios nos trajo!... Hace cincuenta años que gobiernan las mujeres, y no ha habido una sola guerra ni asomo de motivo capaz de provocarla en lo futuro.

Se hace una querer del marido, enjaretándose los calzones como me los enjareto yo... Así se gobiernan las casas chicas y las grandes, señora, y el mundo. ¡Qué salero tienes! Alguna sal me ha puesto Dios, sobre todo en la mollera. Ya lo irá usted conociendo. Ea, que me marcho. Tengo que hacer en casa».