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En Cataluña y las Provincias todo progreso es aceptado con entusiasmo y constancia por las poblaciones. En ellas no existe la mendicidad; los mendigos que se encuentran en algunas ciudades catalanas proceden casi todos de Aragon, de donde bajan á explotar las plazas industriosas y comerciales.

Paris tiene muchos y buenos templos, admirables paseos, riqueza de monumentos y grandes edificios: plazas portentosas y barrios elegantes como ciudades: teatros, carruajes, animacion, bullicio, grandeza. Ese es Paris tal como yo le , verdadero, atolondrador, entusiasta, portentoso. No lo que he escrito porque lo hago sin órden. Apunto todo lo que mi memoria me va recordando.

Pero así que llegaba la primavera y Juan salía de su casa para torear en las plazas de España, la pobre muchacha, pálida y débil, parecía caer en una estupefacción dolorosa, con los ojos agrandados por el espanto y pronta a derramar lágrimas a la menor alusión. Setenta y dos corridas tiene este año decían los amigos de la casa al comentar las contratas del espada . Nadie es tan buscado como él.

17 antes pondremos ciertamente por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer sahumerios a la reina del cielo, y derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y fuimos llenos de pan, y estuvimos alegres, y nunca vimos mal.

Gánanse los ducados con ducados, las plazas de Francia con sus propias pistolas, ¡y juro por San Andrés!, que antes que hacer cuartos a los herejes holgárame hacer cuartos de mis ochavos. Ingenioso lenguaje exclamó Ramiro.

19 ¡La gloria de Israel, muertos sobre tus collados! ¡Cómo han caído los valientes! 20 No lo denunciéis en Gat, no deis las nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos. 22 Sin sangre de muertos, sin grosura de valientes, la saeta de Jonatán nunca volvió atrás, ni la espada de Saúl se tornó vacía.

Juan Andrea, habiendo dado en los Secos con su galera, se recogió al fuerte y dijo al Duque que él se quería ir en una fragata á Sicilia á recoger las galeras que se habían salvado y á dar orden como se armasen otras tres que en Sicilia y Malta habían quedado, y asimismo dijo al Duque que él hiciese lo propio, porque pudiese poner recaudo en las plazas y fuerzas de Sicilia que quedaban tan sin gente y desproveídas.

En esto, se oyó en todo el salón un rumor súbito, semejante al que en días de fiestas nacionales se oye en la muchedumbre de las plazas cuando rompe en un ramo de estrellas en el aire un fuego de artificio. ¡Ya se sabía que en el Instituto de la Merced había una niña muy bella! que era Sol del Valle; ¡pero no se sabía que era tan bella!

Un suceso inaudito llenaba las páginas de los periódicos, y tal era su novedad, que paralizó la vida corriente, aglomerando á todos los habitantes en las plazas y calles céntricas. Un temblor de tierra, la erupción de un nuevo volcán, un gran naufragio ó una catástrofe aérea no hubiesen acaparado tanto la atención. Lo que ocurría era aún más extraordinario.

En casa dicen misa en un rico oratorio, y yo en todo este tiempo no he visto que el sol del cielo de día, y la luna y las estrellas de noche, ni qué son calles, plazas, ni templos, ni aun hombres, fuera de mi padre y de un hermano mío, y de Pedro Pérez el arrendador, que, por entrar de ordinario en mi casa, se me antojó decir que era mi padre, por no declarar el mío.