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Tenía por el campo una pasión tan sincera, aunque contenida en la forma, que le llenaba de voluntarias ilusiones y le impulsaba a perdonar muchas cosas a los aldeanos aunque les reconociera ignorantes y cargados de defectos y aun de vicios. Vivía en perenne contacto con ellos, pero no compartía ni sus costumbres, ni sus gustos ni uno solo de sus prejuicios.

En Oriente y Occidente los hombres se agitaban como fieras, mientras él permanecía tranquilo junto al más risueño de los mares, con una pasión, con un deseo que llenaba su existencia, poco antes vacía, resucitando los entusiasmos y las vehemencias de la juventud.

Que me lo que quiera gruñó Feijoo con burlesca incomodidad . ¿A usted qué le importa, señora doña Francisca?... Es que... Bueno; aunque me envenenara. Mejor. vii Al verse otra vez en su casa y sola, Fortunata no podía con la gusanera de pensamientos que le llenaba toda la caja de la cabeza. ¡Volver con su marido! ¡Ser otra vez la señora de Rubín!

Abajo, alpargatas rotas, siempre manchadas de barro; viejos pantalones de pana; manos escamosas, ásperas, conservando en las grietas de la piel la tierra de su huertecito, un cuadrado de hortalizas que tenía frente á la barraca, y muchas veces era lo único que llenaba su puchero.

Tolva, deseando que aquel numeroso concurso que á diario llenaba el café, estuviese al corriente de cuanto sucedía, estableció en el local una especie de cátedra en la cual un ciudadano de buenos pulmones tenía la misión de leer por las tardes y las noches los periódicos en alta voz, así los que se publicaban en Sevilla, como los de la corte y otros de las provincias más importantes, que á todos se suscribió el buen Tolva, con la mejor y más sana de las intenciones.

Cuando el pensamiento se enderezaba al día en que, escondido detrás de las cortinas, la vio cruzar impasible y sonriente por delante de su casa sin dirigir siquiera una mirada a los balcones, se llenaba su corazón de amargura no exenta de rencor.

Los Filósofos Gentiles cultivaron mucho la razon natural: alcanzaron por ella algunas verdades concernientes á los usos de este mundo: conocian que esta habitacion de la tierra no llenaba el fin á que eran nacidos, y á que les empujaba su propia naturaleza. Pero qué errores no mezclaron con esto?

A pesar de esto, no es creible que fuese este sultan el que llevára á la mezquita mayor las aguas de la sierra para el atrio de las abluciones, porque al hablar Al-Makkarí de las mejoras hechas en el gran edificio por Al-hakem II muchos años despues, á entender su traductor que hasta el tiempo en que este Califa construyó los cuatro nuevos pilares para el alguado y las purificaciones surtiéndolos con agua de la sierra, no habia habido para estos usos mas fuente en el patio mencionado que la de un gran depósito que se llenaba con agua de una noria vecina, probablemente movida por un camello.

La confesion fué larga y pesada, pero durante ella el confesor no volvió á dar ningun signo de espanto y pocas veces interrumpió al enfermo. Era ya de noche cuando el P. Florentino, enjugándose el sudor de rostro, se irguió y se puso á meditar. Reinaba en la habitacion oscuridad misteriosa, que los rayos de la luna, entrando por la ventana, llenaba de luces vagas y reflejos vaporosos.

Y le llenaba los bolsillos de duros, de pesetas, de toda la plata enmohecida por el encierro, reunida lentamente en el curso de los años. Cuando creyó haberle dado bastante, le sacó de la viña. ¡A correr! Aún era de noche y podían pasar por fuera de Jerez sin que les viesen. El viejo tenía su plan. Había que buscar a Rafael en Matanzuela.