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A lo lejos, tras las cortinas de los árboles que circuían el verdoso estanque, sonaba el canto de un corro de niñas confundiéndose con el juguetón parloteo de los traviesos gorriones: /* Yo me quería casar, yo me quería casar con un mocito barbero.... */ Juanito sentía deseos de llorar como cuando escuchaba las romanzas italianas de Amparo.

Debajo se figuraba la Tierra y el Purgatorio, y en la parte inferior inmediata, el Infierno en forma de dragón, por cuyos pliegues subían y bajaban los demonios. A un lado había un nicho con cortinas, en donde se suponía suceder todo aquello, que no se podía ofrecer á la vista de los espectadores.

Dentro como fuera, cortinas, alfombras y muebles de laca, todo era blancura propia del nido virginal escogido para los dieciséis años de la exquisita y pura niña, objeto de tan tierna solicitud. ¡Querida Blanca! Pensar que nos abandona estas lindas cosas... murmuró Julieta llena de agradecimiento.

16 Y juntó las cinco cortinas de por , y las seis cortinas aparte. 18 Hizo también cincuenta corchetes de bronce para juntar la tienda, de modo que fuese una. 21 La longitud de cada tabla de diez codos, y de codo y medio la anchura. 22 Cada tabla tenía dos quicios enclavijados el uno delante del otro; así hizo todas las tablas del tabernáculo.

Era el mismo cuadro que se le representaba, acosándola, en el teatro: la pálida cabeza del enfermo descansaba sobre las almohadas, y la blancura del lecho resaltaba bajo las cortinas caídas. En un rincón, débilmente iluminado por una lámpara baja, Juan escribía.

Los muebles vestidos de raso azul; las cortinas y el papel de las paredes, del mismo color. En el hueco de dos ventanas había un armario de caoba con espejo de cuerpo entero. El tocador, abrumado bajo el peso de los frascos, arrimado a la pared opuesta. La alfombra era blanca con flores azules.

¡Bien puedes decirlo! repuso Reynoso con franca sonrisa . El cielo me destinaba para pobre. No me agradan los alimentos de los ricos, no me agradan los colchones de pluma, no me agradan los muebles suntuosos. Una camita blanca sin cortinas, unas sillas de rejilla, una mesa de pino, y leche y judías a pasto... ¡he aquí mi felicidad!

La sala tenía una gran alcoba, y la puerta de ingreso a ella cortinas blancas recogidas en pabellones sobre grandes clavos romanos. En el fondo de la alcoba, una cama de madera de altísimo testero con molduras doradas y medallones pintados, colcha de damasco rojo y sábanas muy finas con puntillas y bordados en el embozo de la encimera.

6 Harás también cincuenta corchetes de oro, con los cuales juntarás las cortinas la una con la otra, y se formará un tabernáculo. 9 Y juntarás las cinco cortinas aparte y las otras seis cortinas separadamente; y doblarás la sexta cortina delante de la faz del tabernáculo. 11 Harás asimismo cincuenta corchetes de bronce, los cuales meterás por las lazadas; y juntarás la tienda, y será una.

Me ofreció la única silla, muy usada y no muy sólida, y se sentó ella en la cama, sin cortinas y cubierta con una colcha de flores azules muy descoloridas. Estos detalles se fijaron en mi mente por el contraste entre aquellas cosas miserables y la espléndida belleza y el brillo de juventud de aquella a quien servían de marco.