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He aquí al rey, he aquí a la reina y a su corte deslumbrante de pedrería; los espectadores se levantan y saludan. entras en tu palco, tu vestido es blanco como tu seno, en el pelo llevas prendida una flor roja como tus labios... También se levantan, Rosita, también se levantan por ti como por la reina de todas las Españas y dicen: «¡Qué bella es

Cambió la escena de pronto, y la cascada, el precipicio y el torrente arrancaron un murmullo de admiración a los espectadores, que pocas veces habían contemplado en aquel género una obra de arte tan acabada y tan bella.

Esta sala era una gran pieza monumental, con piso de mosaico, bien abrigada, muy clara y muy adecuada para esta clase de sport. Altos bancos cubiertos de espartería se hallaban colocados a lo largo de las paredes y servían de asiento a los espectadores.

Por esta causa, las vigas de la plaza se resquebrajaron y crujieron, no pudiendo soportar una sacudida tan violenta y toda una parte del anfiteatro se hundió bajo los pies de los espectadores.

No siempre corresponde tampoco el lugar de la acción en Las Comedias de teatro á la idea que de él nos formamos, y así consta de los diálogos, en que los personajes, al salir á la escena, aluden á la localidad en donde se hallan, puesto que tales explicaciones serían inútiles por completo, si los espectadores tuviesen á aquélla ante la vista.

No dejaré de consignar, ya que me acuerdo, que durante la representacion guardan sus sombreros todos los espectadores que hay de pié en el parterre y que se situan á derecha é izquierda entre la pared y las butacas: costumbre que no me pareció extremadamente galante.

Desde gran distancia se veían las llamas, denotando las grandes proporciones del incendio, y la noticia corrió rápidamente por la ciudad, acudiendo á la calle de los Alcázares y á la Encarnación las autoridades y multitud de personas, ya movidas por curiosidad ó por el interés que les inspirara la suerte de los espectadores.

A continuación se quitó la camisa, quedando sin más que los pantalones y las altas botas. Luego se inclinó, y agarrando dos puñados de nieve, empezó á frotarse el tronco, un poco angosto, y los brazos nervudos. El príncipe se estremeció de sorpresa y de frío, lo mismo que muchos de los espectadores.

Eran las once y media de la noche. La gente aún discurría por las calles, sobre todo por las céntricas, donde algunos teatros comenzaban a vomitar por sus puertas centenares de espectadores.

La más notable de las que desenvuelven este tema es, á nuestro juicio, la que lleva el título de Don Gil de las calzas verdes, una de sus más famosas comedias, que hasta ahora se ha mantenido en el teatro español con el mayor aplauso de los espectadores de todas las épocas, y lo mismo se observa en El amor médico, en La huerta de Juan Fernández y en alguna otra.