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Como en Agosto Valencia entera desfallece de calor, los trabajadores del horno se asfixiaban junto a aquella boca, que exhalaba el ardor de un incendio.

Mientras el pintor se mostró sumiso y cariñoso obtuvo de ella cuanto quiso; mas así que por la confianza dejó su actitud rendida y mostró su verdadero carácter frío y egoísta, instantáneamente nació en ella una violenta rebelión. Núñez se había equivocado de medio a medio con ella. Pensó dominarla a fuerza de sarcasmos y lo que éstos produjeron fue un incendio de ira muy difícil de apagar.

Esta conduxo á memorables fines, Edificios que asientan en la tierra, Y tocan de las nubes los confines. Esta tal vez ha levantado guerra, Donde la paz suave reposaba Que en limites estrechos no se encierra. Quando murió en las llamas, abrasaba El atrevido fuerte brazo y fiero, Esta el incendio horrible resfriaba.

Pero la parte contraria confederaba en su ayuda á los bárbaros gentiles Charruas. Por horas pues se temia, que de esta pavesa reventase un incendio: mas llegó á tiempo una órden del Padre Provincial, que se mudasen los curas que servian de tropiezo á los ofendidos.

El palacio de los condes de Onís merece especial mención en esta historia. Era un edificio antiquísimo, el más antiguo de la ciudad en unión de algunos restos de la primitiva basílica que aún quedaban en pie. No se había salvado otra cosa del horroroso incendio que en el siglo XIV había destruido la población. Su aspecto más era de fortaleza que de mansión.

Baltasar no le había buscado para confidente; Borrén se ofreció, y es más, atizó el incendio, echó leña a la hoguera con sus frases de pólvora y dinamita.

¿Por qué no fomentar aquel pequeño acceso de celos, en vez de disiparlo? ¡Quién sabe si podría obtener de ese modo algún provecho! Después de todo, Héctor Bobart era un pretendiente desdeñado y ... de repente vino á la memoria de Clementina el recuerdo de las cartas que aquél había dirigido á Herminia y vió en aquellas delgadas hojas de papel el medio de prender un incendio.

A su lado, míster Robert, inmóvil como él, contemplaba la pizarra con ira mal reprimida... Un corredor, ciego de furor, dió un palo sobre el encerado, y como si esto hubiera sido la chispa del incendio, míster Robert se abalanzó a la pizarra, de un salto prodigioso, y quiso arrancarla; quiso y no pudo, y entonces, con enérgico ademán, borró las cifras malditas.

Subian aun al cielo los vapores de la sangre y las llamaradas del incendio, cuando entró César para consumar la obra. La ley del talion fue aplicada en todo su rigor; el espíritu de venganza quedó completamente satisfecho.

Sus gritos pusieron en alarma a la calle toda, como las campanadas de un incendio, y por ventanas y puertas aparecieron los vecinos. ¡Qué caras y qué fachas! El gritar de Maricadalso era por momentos lastimero y dolorido, a veces amenazador y delirante.