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Por esto no podía evitar cierto gesto de superioridad desdeñosa cuando, revestido de la capa pluvial y empuñando la vara de plata, se acercaban a hablarle los curas de los pueblos de paso por la Primada.

¡Cuántas veces sonreía el Magistral con cierta lástima al leer en un autor impío las aventuras ideales de un presbítero! «¡Qué de escrúpulos! ¡qué de sinuosidades! ¡cuántos rodeos para pecar! y después ¡qué de remordimientos! Estos liberales añadía para ni siquiera saben tener mala intención. Estos curas se parecen a los míos como los reyes de teatro se parecen a los reyes».

Lo más grave del caso es que esas afirmaciones se lanzan para recomendar después a los curas párrocos que las hagan penetrar en la cabeza de los padres de familia.

Tal ha sido a veces la manía de emigrar, que poblaciones enteras de Alemania se han transportado a Norteamérica con sus alcaldes, curas, maestros de escuela, etc. Pero al fin ha sucedido que en las ciudades de las costas el aumento de población ha hecho la vida tan difícil como en Europa, y los emigrados han encontrado allí el malestar y la miseria de que venían huyendo.

A las once llegábamos á Valladolid, y el buen cura y su sobrina se despidieron con la mayor amabilidad, dejándome un grato recuerdo de las ventajas de viajar en diligencia con los curas que tienen sobrinas.

Y el Marqués está con sus curas en el palacio viejo y no puede venir y mandar.... Y se deliberó largamente qué se haría. Hay que salvar a los náufragos dijo el Barón a guisa de chiste. El Magistral, que había salido del salón, se presentó con dos paraguas grandes de aldea, verdes, de percal.

Si no la virtud y el respeto á su estado, aquel amor desgraciado le salvó de los abismos en que caen los curas regulares y seglares en Filipinas. Dedicóse á sus feligreses por deber, y por aficion, á las ciencias naturales.

Como en tiempo de los jesuitas todo lo gobernaban curas en estos pueblos, los indios, acostumbrados a llevar todas las causas a ellos, continuaron lo mismo, después de la expulsión, con los religiosos que ocuparon su lugar.

En 23 de Julio, en la visita que hizo á la iglesia de San Andrés de esta ciudad don Pedro Melgarejo de Urrea obispo de Dulcinio visitador general de las iglesias de Sevilla mandó á los curas que en los asientos de bautismos hiciesen constar los nombres de los compadres y comadres que fuesen de las criaturas que se cristianasen, de donde eran vecinos, qué oficios tenían y que se salvasen las enmiendas que se hiciesen en las partidas.

Uno de los mayores cuidados de los curas, y tal vez el mayor, era el mantener una perfecta igualdad entre todos los indios, así en el traje como en la asistencia a los trabajos; de modo que el corregidor y corregidora habían de ser los primeros en concurrir al paraje en donde debían acudir todos, y así los demás de cabildo y sus mujeres.