United States or Switzerland ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los millones, la Liga, la fábrica de ladrillo refractario, todo le salía de una vez a la cara, pugnando por arrojarse sobre los infelices que se le acercaban y aplastarlos. ¡Qué modo de tender la mano mirando hacia otro lado! ¡Qué voz ruda e impertinente para saludar de lejos! Imposible imaginarse una superioridad más protectora.

No me iré hasta dejar a José bajo tierra. ¡A que ! No, coronel; ni que me diera usted a todo Ruritania. ¡Terco! exclamó. Venga usted aquí. Me llevó a la puerta. La luna iluminaba el camino y vi a cosa de quinientas varas un grupo de hombres que se acercaban por el camino de Zenda. Eran siete u ocho, cuatro de ellos a caballo, y vi que llevaban al hombro palas y azadones.

#Genio que se apaga.# Después de aquel ataque, las facultades mentales del duque experimentaron una merma considerable, al decir de cuantos a él se acercaban. Padecía extrañas distracciones. Su palabra era perezosa y más confusa que antes. Tenía caprichos fantásticos.

Entre los mozos, como había desdeñado a muchos, los pobres no se le acercaban por ofendidos o tímidos, y los ricachos, que si ella hubiera sido fácil hubieran porfiado por visitarla en su casa, temían desconcharse o rebajarse acompañándola en público.

Aquellos hombres le hacían preguntas á que no podía contestar. Después se acercaban á él cuatro sayones, le desnudaban, le ataban á la rueda de una máquina horrible, la movían, rechinaban los ejes, crujían sus huesos. El lanzaba gritos de dolor, es decir, ponía en ejercicio sus órganos vocales: pero el sonido no se oía.

Viendo que se acercaban con ímpetu formidable los franceses, hice un movimiento envolvente sobre mi ala izquierda, y me metí tras el armario, dirigiendo el raso de metales de la terrible arma de fuego que llevaba en mi bolsillo hacia el marco de la puerta, para que la trayectoria fuese directamente al patio.

Venían en unas canoas de dos velas de esteras que allí llaman tancales; se acercaban al barco e iban subiendo por la escala, entrando por el portalón y desapareciendo por la escotilla de la bodega. La ballenera nuestra fue y vino varias veces. Por la noche entraban los trescientos chinos en el barco. ¿Cuándo salimos? preguntó Ugarte. En seguida; cuando haya viento contestó el capitán.

Los náufragos, que oían las voces de los que se acercaban y hasta el batir de los remos en el agua, llevaron a tierra la chalupa y la cubrieron con un montón de ramas y de hojas, para no perderla y verse privados de los víveres y mantas que no podían llevarse consigo.

Del lado del naciente, una, dos, tres sombras humanas se acercaban con sigilo. Llegaron, miraron a un lado y a otro, escalaron las peñas y desaparecieron por la ventana. Un momento después un grupo más numeroso bajaba por el atajo. Luego un solo hombre, luego tres más, y, por fin, otro grupo de diez a quince personas. La negra abertura tragaba como boca de hormiguero.

Mientras así charlaba con todos los que se le acercaban, una mujer rebujada en dominó negro, con máscara del mismo color, no le perdía de vista un momento, situada ahora en un punto, ahora en otro; pero siempre a corta distancia de él. Por los agujeros de la careta se veían dos ojos lucientes y fieros.