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Probablemente imaginaban que mi único objeto era despertar el apetito. Y en puridad de verdad, el único resultado valioso de mi infatigable ejercicio de piernas era el desarrollo de un buen apetito, aguzado por las ráfagas del viento del Este, que generalmente soplaba en aquel lugar.

Para el desarrollo de toda facultad hay una condicion indispensable: el ejercicio. En lo intelectual como en lo físico, el órgano que no funciona se adormece, pierde de su vida, el miembro que no se mueve se paraliza. Aun los genios mas privilegiados no llegan á adquirir su fuerza hercúlea, sino despues de largos trabajos.

Había que conservar la agilidad del cuerpo con un continuo ejercicio, para cuando llegase la temporada de corridas. Sentía miedo de perder sus «facultades» de fuerza y ligereza.

75 Recién entonces salía la orden de hacer la riunión, y caíbamos al cantón en pelos y hasta enancaos, sin armas, cuatro pelaos que íbamos a hacer jabón. 76 Ahi empezaba el afán -se entiende, de puro vicio- de enseñarle el ejercicio a tanto gaucho recluta, con un estrutor... ¡qué... Bruta! que nunca sabía su oficio.

Al parecer no tiene importancia en el estudio de su vida de artista la índole de los cargos que desempeñó; mas si se atiende a que malgastaría en servir el tiempo que pudiera aprovechar pintando, se verá lo que la posteridad ha perdido en ello. Fue ugier desde 1627 hasta 1634; ayuda de guardaropa hasta 1643, sin ejercicio, y con él hasta 1645; ayuda de cámara sin ejercicio desde 1643 hasta 1646.

De la costumbre á que alude D. Cristóbal hay repetida mención de los escritores del tiempo. Uno de ellos, anónimo escribía: «Es obligación y ejercicio de los pajes, en las mañanas cantar los buenos días y á la tarde, después de anochecido, las buenas noches.

Sonaron las dos, y el virrey, cansado del ejercicio, se retiraba ya a dormir, cuando le dió en la cara la luz del farolillo de la quinta ronda, cuyo capitán era don Juan Pedro Lostaunau. ¡Alto! ¿Quien vive? Soy yo, don Juan Pedro, el virrey. No conozco al virrey en la calle después de las diez de la noche. ¡Al centro el vagabundo! Pero, señor capitán...

No paró todo en esto. Durante su viaje por Alemania, Amaury no había montado a caballo, o por lo menos no lo había hecho en caballo de su gusto y estaba deseoso de cabalgar, tanto como puede estarlo un buen jinete privado por largo tiempo de su ejercicio favorito; así, todas las mañanas salía a pasear sobre su fiel Sturm, dando sus matinales paseos a capricho del noble bruto que parecía seguir con fruición el mismo camino que en otro tiempo.

Yo no tengo familia, como sabes; no soy aficionado al estudio, porque comprendo que aunque me haga pedazos los cascos nunca pasaré de cierto límite: tampoco me gustan los juegos, pues el billar lo tomo solamente como un medio de hacer ejercicio: los teatros no los piso jamás; entre los espectáculos públicos únicamente me gustan... Los toros, ya .

Pues a pesar de que la opinión general era que se hallaba muy a su gusto y que no se cambiaría por el director de la Fábrica del Sello, lo cierto es que el Menino esperaba con impaciencia la ocasión de escaparse; se había dejado dominar por la melancolía, se le había agriado el carácter y tenía la bilis excitada por la falta de ejercicio.