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Una de las veces, al tiempo que lo hacían, se aproximó a la dama Pepe Castro, disfrazado de caballero de la corte de Carlos I. ¿Qué es eso? le dijo al oído . ¿No te has cansado aún de tu bambino? Cuando se encontraban solos. Pepe se autorizaba el tutearla y Clementina lo admitía. Yo no me canso de lo bueno repuso ella sonriendo. Muchas gracias replicó él irónicamente.

Basta por hoy, Juanito, basta por hoy, dijo el anciano, cogiendo un pañuelo y limpiando el sudor que corría con abundancia por la frente de su nieto. No estoy cansado, contestó Juanito, si Vd. quiere, podemos continuar hasta que Polonia nos llame para comer. Polonia era el ama de gobierno y había sido nodriza de Juanito. El marido de Polonia ejercía en la casa las funciones de mayordomo.

Abre por fin el libro: es una novela romántica. Un desgraciado á quien el mundo no ha podido comprender, maldice á la sociedad, á la humanidad entera, maldice á la tierra y al cielo, maldice lo pasado, lo presente y lo futuro, maldice al mismo Dios, se maldice á mismo; y cansado de mirar un sol helado y sombrío, una tierra mustia y agostado, de arrastrar una existencia que pesa sobre su corazon, que le oprime, que le ahoga como los brazos del verdugo al infeliz ajusticiado, se propone dar fin á sus dias.

Como el platonismo, en punto a terrenales afectos, no es eterno, llegó un día en que el galán, cansado de conversar con las estrellas en la soledad de sus noches, se espontaneó con la madre, y ésta, que había aprendido a estimar al español, le dijo: Mi Carmen te llevará en dote una riqueza digna de la descendiente de emperadores.

¡Bien, muy bien! dijeron todos, incluso Joaquín. Y yo estoy cansado de que se me tome a por un iconoclasta; , iconoclasta soy, pero iconoclasta del vicio, apóstol de la virtud y heresiarca de las tinieblas que envuelven la inteligencia y el corazón de la humanidad. ¡Bravobravo!

¡Cuánto más terrible es esto entre los seres do todo debe cambiar á la vez, desencuadernarse el armazón, descartarse, arrancarse la inflexible envoltura! Encuéntrase cansado, rendido, desfalleciente, ausente de mismo, á merced del primero que se presenta.

Todo esto lo sabía el Magistral perfectamente». Y en efecto, con tal calor y elocuencia exponía «las razones que, desde el punto de vista mundano, aconsejaban el derramamiento de sangre» que después, cuando recordaba que tenía que defender el partido contrario, el de caridad, perdón y amor al prójimo, olvido de los agravios y conformidad con la cruz; cansado ya por los esfuerzos anteriores era otro el Magistral, se volvía premioso, decía con frialdad vulgaridades de sermón de aldea.

De cualquier modo que sea, confieso que no me ha cansado, antes bien me ha interesado casi la lectura de estos papeles; y como en el día se publica todo, he decidido publicarlos también, sin más averiguaciones, mudando sólo los nombres propios, para que, si viven los que con ellos se designan, no se vean en novela sin quererlo ni permitirlo.

Estaba cansado; en todo el día no había comido más que el currusco de pan que le dio su tía al ir al trabajo. ¡Y había dado tantas vueltas a la rueda en el aposento obscuro del soguero!... ¡Y corrió tanto después para ir desde la calle de las Amazonas a su casa!... ¡Tenía un hambre tan atroz y una sed!...; sobre todo, una sed de padre y muy señor mío.

Señor dijo el cochero, si Álava está en España, en España debemos estar. Vaya, poca conversación dijo el padre, cansado ya de admiraciones y asombros: conmigo es con quien se las ha de ver usted, señor viajero. ¡Con usted, padre! ¿Y qué puede tener que mandarme Su Reverencia?