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Está con cuidado, porque mañana, si puedo, iré a ver si tiene tu padre algo que mandarme. Tuyo siempre, La carta que, en contestación a ésta, halló Pateta al día siguiente bajo las baldosas inseguras del horno de la estufa, decía: «Querido Pepe mío: Por Dios te pido que no me atormentes así. Te lo he dicho mil y mil veces.
Pensé en Inés, en el repentino engrandecimiento de la que había juzgado compañera de mi existencia, y al considerarme criado de aquella casa, temblé de indignación. No, señora, no quiero servir más. Soy soldado repuse . Sin embargo, estoy a las órdenes de Vuecencia para lo que guste mandarme. ¿Conque soldado? ¿Y vas a la guerra? Dentro de un mes serás general dijo con punzante ironía.
Si no viene corriendo cuando haya leído lo que he escrito, todo está perdido. Señora interrumpió Mantoux , es preciso que vaya a servir la comida, y si la señora tiene algo que mandarme... Ve a servir tu comida respondió ; pero no olvides que me perteneces. Escucha bien todo lo que digan, para repetírmelo. Sí, señora. Un momento. Quizás el señor de Villanera venga aquí esta tarde.
Una coincidencia. ¿Rubia, con ojos azules? ¡Hay tantas! Mónica presenciaba, respetuosamente callada, la actitud pensativa de su amo; y al cabo de unos minutos, creyendo que estorbaba, se despidió: ¿Tiene el señor algo que mandarme? Nada, Mónica, gracias. Que se mejore el señor.
Bien sé yo adonde. Dulce amiga verdadera, Lo que dices no lo niego; Mas qué haré? que amor es fuego Y mi voluntad es cera. Y puesto que el daño veo Y el fin do habré de parar, Imposible es contrastar Las fuerzas de mi deseo. Vuelve tu lengua é intento A combatir esta roca, Que no será gloria poca Gozar de su vencimiento. Quiero en esto complacerte, Pues al fin puedes mandarme.
Acercáos, acercáos, doña Juana; hace frío... y sobre todo, tenemos que hablar largamente y á corta distancia, á fin de que podamos hablar muy bajo: vengo á buscaros como un amigo; como un amigo que se confiesa necesitado de vos, no como rey. Vuestra majestad puede mandarme siempre. No tanto, no tanto, doña Juana; ya sé yo que servís con el alma y la vida... A vuestra majestad.
Envió aquí el gran Desterham de Babilonia, en nombre del rey Moabdar, á un satrapilla para mandarme ahorcar. Quando él llegó con la órden, estaba yo informado de todo; hice ahorcar en su presencia las quatro personas que traía consigo para apretarme el lazo al cuello, y le pregunté luego quanto le podia valer la comision de ahorcarme.
Luego volvía diciendo, como si verdaderamente fuera enamorado: ¡Oh princesa Dulcinea, señora deste cautivo corazón!, mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura. Plégaos, señora, de membraros deste vuestro sujeto corazón, que tantas cuitas por vuestro amor padece.
Aunque á Alejandro imitéis En darme lo que estimáis, 2540 Ni como Apeles me halláis, Ni enamorado me veis, Ni vos mandarme podéis Que sea lo que no fuí; Pues cuando pudiera aquí 2545 Ser lo que no puede ser, No quisiera yo querer Á quien os deja por mí. DO
Para concluir: siempre que se le ofrezca a usted alguna cosa, sea del orden que fuese, piensa usted un rato, y dice: ¿A quién acudiré yo?, pues a ese tarambana de Segismundo'. Con mandarme un recadito... Aunque yo cuidaré de venir algún domingo o los ratos que tenga libres, porque ahora, como estoy solo con Padilla, dispongo de muy poquito tiempo.
Palabra del Dia
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