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Los criados se habían retirado ya. De pronto apareció Mauricio en el comedor, diciendo que alguien me buscaba. ¿A ? pregunté sobresaltado. , traen una carta.... ¿Quién la trae? No lo conozco. Me levanté precipitadamente en busca del desconocido. Me traía dos cartas: una de Linilla y otra de tía Pepa. Corrí a leerlas. ¿Qué pasa? preguntó don Carlos. ¿Algo de cuidado? Abrí el pliego.

Tres soldados nuestros movidos de su codicia, ó quizá de la hermosura y bizarría de la mujer, la fueron siguiendo. Reconoció el marido sus enemigos y el cuidado con que le venian siguiendo. Hechó el caballo de su mujer delante, y con el alfanje le iba dando, y animaba con voces, pero el caballo se rindió al calor y cansancio.

Anita notaba en don Fermín una palidez interesante, grandes cercos amoratados junto a los ojos, y una fatiga en la voz y en el aliento que la ponía en cuidado.

Cómo y lo que la marquesa quiere a esa niña; la escrupulosidad que pone en su incesante cuidado de que no manche sus alitas de ángel ni un átomo del polvo de las impurezas de aquella casa; de que tenga a su madre por la más amorosa y honrada de todas las madres, y de que no sepa cómo se vive en el mundo a que nació destinada, es imposible que puedas imaginártelo.

Las diferencias que en la moderna puedan observarse; las variantes que por necesidad se han introducido sin afectar voluntariamente al carácter esencial arqueológico se explican: primero, por las prácticas en la obra de mano, por el empleo de los instrumentos del trabajo, por los procedimientos de la industria, tan distintos ahora á los de la Edad Media, y en segundo término, porque la rapidez de los trabajos, forzándola lo apremiante del plazo en que se han ejecutado, no han consentido la inspección minuciosa ni el cuidado en menudencias de que no se tiene noticia segura.

Yo le he buscado ayer dijo Lázaro; le he buscado hoy sin poderle encontrar, porque tengo que ajustar ciertas cuentas con él. Yo le encontraré aunque tenga que andar toda la tierra. Cuidado, joven, que ese maldecido maneja bien las armas. Tiene una mano admirable. No me importa: ya nos arreglaremos. ¿Y le ha buscado usted?

Para la custodia de esta joya, tanto más que la fortaleza, importan la modestia y el constante cuidado. Conviene no desechar el temor de perderla, y conviene huir del peligro, porque quien ama el peligro en él perece.

Tan sin cuidado les tenía, que sólo por rara casualidad, cuando estaban juntos, hablaban de los episodios de la lucha. Lo único que conseguía turbarles eran los telegramas noticiando el alza y baja de los fondos públicos, donde tenían invertido su capital. Por lo demás, eran ciudadanos modelo: no ofendían a nadie; comían lo que era suyo y habían trabajado con sus manos.

La hora del tren se aproximaba, y decididos todos a partir, después de una ligera discusión en que triunfó el más cruel egoísmo, pusiéronse en marcha. Leopoldina, muy desasosegada, suplicó entonces a Currita que dejase por lo menos al cuidado de aquel infeliz a Fritz, su lacayo prusiano.

Por último, al saber la mucha estima, veneración y afecto que el Príncipe le tenía, y el amor y cuidado con que guardaba las tres prendas robadas en la preciosa cajita de sus entretenimientos, la Princesita, a pesar de su modestia, no pudo contenerse, abrazó y besó a la lavanderilla y a la doncella, e hizo otros extremos no menos disculpables, inocentes y delicados.