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Un arquero se apresuró á llevarle ropas y traje de los que á bordo del galeón dejara, y después de mudarse y lavar sus heridas no tardó en recobrar fuerzas y buen humor, olvidado por completo de la fatiga de aquella mañana.

Anita notaba en don Fermín una palidez interesante, grandes cercos amoratados junto a los ojos, y una fatiga en la voz y en el aliento que la ponía en cuidado.

Era entonces cuando buscaba enardecida los libros devotos para aplacar en los manantiales de su doctrina la sed y la fatiga del corazón. En aquel libro de tapas azules y letras de oro que Salvador le enviara en secreto, con una carta insinuante y tierna, había leído Carmen con emoción: «No traigas yugo con los impíos, porque ¿qué comunicación tiene la justicia con la injusticia?

Hay tanta mayor risa, cuanto mayor es el cansancio. Es un aturdimiento de regocijada fatiga; las escopetas arrinconadas, las grandes botas tiradas y revueltas, los morrales vacíos y junto a ellos plumajes rojos, áureos, verdes, plateados, todos con manchas de sangre.

Una mujer y un señor mayor le salieron al encuentro; pero D. Rodriguín no supo darse cuenta de lo que le dijeron, porque extenuado de fatiga y perdidas las fuerzas, se arrojó sobre un montón de ropa blanca. Dejémosle allí. El Padre Gracián estaba tranquilo en su celda escribiendo algunas cartas, cuando sintió el tumulto.

Lentamente y a su manera el demonio cumplía su obra. El frío, y la fatiga le iban en ayuda. Muy luego Molly sólo sintió un deseo supremo e irresistible que le veló por completo el porvenir: el deseo imperioso de extenderse en el suelo y dormir.

Digan en buena hora que el trabajo es una necesidad dolorosa para la conservación de la vida, pero no digan que es una virtud, pues el reposo y la dulce inactividad son más gratos al hombre y a todos los animales que el movimiento y la fatiga.

21 ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia, y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! 22 Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y fatiga de su corazón, en que él trabajó debajo del sol? Esto también es vanidad. 25 Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?

El hombre de fatiga siempre encontraba un mendrugo y una copa de vino para salir del paso. Pero ¿y él? ¿Qué iba a ser de él, envenenado por una instrucción que de nada le servía, falto de la fuerza brutal con que se ganaban el pan los desgraciados de blusa?...

Más lejos, encontré un cercado de piedras sueltas donde yacían, bajo unos arbustos, infinidad de cajas amarillas que los chinos abandonan sobre la tierra y donde se pudren los cadáveres. Me senté sobre una caja postrado de fatiga; mas un olor abominable flotaba en el aire, y al apoyarme sentí la sensación de un líquido viscoso que escurría por las hendiduras de las tablas. Quise huir.