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Había en el fondo de la alcoba un tríptico precioso sobre un reclinatorio sencillísimo, y en este se arrojó la marquesa, llorando a mares, para leer a los pies de la Virgen la carta inesperada.

Este arrojó el arma y se acercó a Alberto, quien a su vez acercose a Felipe, el cual aún conservaba la pistola descargada en la mano. ¡Diantre, señor de Auvray, deme usted pronto esa arma! exclamó el procurador. Existe una ley contra los desafíos.

Peregrín, debes tener presente que no le has hecho más que una visita en Madrid, y por la noche, según me has dicho apuntó tímidamente D. Juan. El ex-gobernador arrojó a su hermano una mirada de indecible desprecio. Juan, no metas la pata. Peregrín, no por qué... ¡Juan!... ¡Peregrín!... ¡Que no la metas! ¡Que no la metas!

Entre los emigrados sanjuaninos que se dirigían a Coquimbo, iba un mayor del ejército del general Paz, dotado de esos caracteres originales que desenvuelve la vida argentina. El mayor Navarro, de una familia distinguida de San Juan, de formas diminutas y de cuerpo flexible y endeble, era célebre en el ejército por su temerario arrojo.

Rodeado de Tiburcio, Cartagena, Fray Blas y otros, se hallaba Morsamor presenciando aquella maniobra y recibiendo plácemes, cuando a deshora apareció una rubia y majestuosa dama, vestida de luto, y se arrojó en los brazos de Morsamor y cubrió su rostro de besos, exclamando entusiasmada: ¡O givia ed orgoglio del mio core! ¡O coraggioso mio drudo!

Y montando con más arrojo que donaire y acompañada de su robusto marido, partióse al trote corto, y es fama que durante el camino no dirigió la palabra á su consorte. Volvió Laura á la soledad de su cuarto. El día seguía despejado y caluroso. Era la hora de la siesta. Los ruidos del campo se habían apagado por completo.

¡Ella se lo ha dicho! ¡Maldita sea! ¡Me ha vendido! exclamó lanzando a su temblorosa y aterrada mujer una mirada de profundo desdén. No, ella no me lo ha dicho respondí. Por casualidad me tocó ser testigo de su cobarde atentado. Yo fui quien la sacó con vida del río helado, adonde usted la arrojó criminalmente. Por ese acto que cometió entonces, va a responderme ahora.

Baxase, y torna á salir luego con todos los Numantinos que salieron en el principio de la segunda jornada, excepto MARQUINO, que se arrojó en la sepultura, y sale tambien MORANDRO.

Y la marquesa, aunque algo contrariada por la noticia, sin apurarse gran cosa por la dificultad, arrojó la carta sobre el escritorio; volvió a llamar, acudió el mismo criadito de antes, y le dijo levantándose: La berlina en seguida. Mientras se la preparaban, volvió a su gabinete y llamó a su doncella para que la vistiera para salir.

¡Jesús, qué barbaridad!... ¡Esto debe de ser un cilicio! Puede ser..., pero déjalo, déjalo por Dios. El joven lo arrojó otra vez con violencia dentro del cajón, haciendo un gesto de desprecio y repugnancia. María se ha vuelto loca... ¡Esto es una atrocidad que a nada conduce! ¡No digas eso, que es pecado!... María es muy virtuosa...