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Al mismo tiempo partió de la habitación un grito penetrante: «¡Socorro, Miguel! ¡Socorro!;» y a estas voces siguieron otros gritos desesperados que revelaban indecible terror. Presa de mortal angustia, permanecía yo en el más alto peldaño, asido al quicio de la puerta con una mano y sosteniendo en la otra la espada.

Las repetidas victorias de los de Lorío los tenían acobadados y recelosos, sin gana alguna de emprender nueva quimera, aunque sus enemigos les daban para ello sobrado motivo. Es indecible el grado de orgullo y de insolencia á que éstos habían llegado.

Por un lado la noticia de que mi amistad con las monjas llamaba la atención de los bañistas hasta el punto de juzgarme enamorado de una de ellas, me molestaba de un modo indecible.

En aquellos tiempos la distancia que había de la puerta de la cárcel á la plaza del mercado no era grande; sin embargo, midiéndola por lo que experimentaba Ester, debió de parecerle muy larga, porque á pesar de la altivez de su porte, cada paso que daba en medio de aquella muchedumbre hostil era para ella un dolor indecible.

Las aguas del río se encajonan, en su mayor parte, en un canal de cuatro o cinco metros, practicado en el centro, y por él se precipitan sobre un escalón de todo el ancho de la catarata, a cinco o seis metros más abajo, donde rebotan con una violencia indecible y caen al abismo profundo con un fragor horrible.

Deploraba amargamente el haber venido. Las esperanzas que Isabel me había dado parecíanme ahora infundadas, ridículas, engendradas sólo por su deseo frívolo de agradar a todo el mundo. Presa de una angustia indecible, sofocado también por aquel ambiente abrasador, al cual no estaba acostumbrado como los demás, me sentía desfallecer.

Sus opiniones acerca de los instintos y carácter de los animales domésticos eran igualmente absurdas. Al paso que exageraba hasta lo indecible el poder y la fiereza de las gallinas, huyendo de ellas con gritos de terror, guardaba simpatía viva y profunda hacia los gatos, la cual no pudo destruirse con los frecuentes arañazos que estas ingratas criaturas infligían sobre sus tiernas manecitas.

Un dependiente del cabildo de Coria y dos personajes más, en calidad de consejeros supremos de la Junta, hacían como que meditaban, por el buen parecer en un rincón de la sala. Indecible fue la alegría de la Junta Suprema cuando el portugués hubo presentado a nuestro pobre labriego en calidad de vasallo de Su Majestad Imperial.

«Nos separaremos como amigos dijo Santa Cruz tomándole una mano, que ella separó prontamente , y me retiro dándote un buen consejo». ¿Cuál? preguntó ella más airada que dolorida. Que te unas... que procures unirte otra vez con tu marido. ¡Yo...! exclamó la señora de Rubín con indecible terror . ¡Después de...! Ya te serenarás, hija. ¡El tiempo! ¿Sabes los milagros que ese señor hace?

Adelantó con indecible majestad, como el león hacia su hembra; hubo en su actitud impulso de amante y arrogancia de señorío. Carola, miserablemente asustada con aquello de la traslación de estanco y penuria del nuevo establecimiento, comprendió que el odre estaba seco. Ni corsé, ni cenas, ni recibo de inquilinato... no pudo más.