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Y poniéndose en pie empezó á quitarse el batín que usaba en el taller. Entró en su cuarto; se vistió con mucho esmero para un pintor que va sencillamente á buscar un apunte, y tomó el camino del bosque. Si Roussel estaba alarmado por la carta de Mauricio y si éste experimentaba hacía dos días una extraña agitación, la señorita Guichard y Herminia tampoco estaban tranquilas.

A veces, después de alguna reflexión hecha al azar sobre la dificultad de hallar en la vida la felicidad del amor o sobre la grosería con que lo concebían los hombres, se detenían en el punto mismo de abrirse el corazón. Adriana experimentaba, por primera vez, el sentimiento apasionado de la amistad. Laura la besaba como a una hermana y le enseñaba imágenes de santos bordadas en seda por ella.

En medio de mi desesperación, experimentaba yo un dulce consuelo pensando en que mi madre iba a descansar para siempre en aquel lugar de su predilección en vida; en la misma sombra y bajo el mismo césped cubierto de hierba, de hojas y de frutos; en aquel jardín donde tantas veces había rezado, leído o meditado sobre el porvenir de sus hijos.

Cuando por casualidad estaba menos ebrio y la mujer del manto y su niño tardaban en presentarse, el gaucho experimentaba cierta decepción. Una noche, con gran sorpresa suya, no vió á la difunta y á su pequeño. Permaneció despierto en su cama hasta el amanecer, aguardando en vano la terrible visita.

Experimentaba múltiples sensaciones, que se externaban con brincos y piruetas, pues fue este último ejercicio, durante largo tiempo, mi manera de expresar una cantidad de sensaciones. Después que había saltado bastante, me acostaba sobre la hierba, y mirando al cielo discurría sobre una cantidad de cosas sin pensar absolutamente en nada.

Don Marcelo sintió una alegría feroz. Su paternidad doliente experimentaba el consuelo fugitivo de la venganza. Julio había muerto, y él iba á morir también, no pudiendo sobrellevar su desgracia; pero ¡cuántos enemigos consumiéndose en estos pudrideros que dejaban en el mundo seres amados que los recordasen, como él recordaba á su hijo!...

Cuando llegaron á la plaza del mercado, su presencia fué saludada con una aclamación general; que si bien podía atribuirse al sentimiento de lealtad que en aquella época experimentaba el pueblo hacia sus gobernantes, era también la explosión irresistible del entusiasmo que en el alma de los oyentes había despertado la elevada elocuencia que aun vibraba en sus oídos.

En aquella época en que vivía mi abuela, solía verse Aguirreche casi siempre cerrada, lo que producía una impresión de tristeza, mitigada un tanto por las muchas flores que resplandecían en los balcones. Entrando, se experimentaba una sensación de ahogo y de lobreguez.

Conocía bien la plaza; había pasado en ella una parte de su juventud, y cuando de tarde en tarde iba al Mercado por ser víspera de festividad en que se encendían todos los hornillos de su cocina, experimentaba la impresión del que tras un largo viaje por países extraños vuelve a su verdadera patria. ¡Cómo estaba grabado en su memoria el aspecto de la plaza!

La escasez de dinero, las preocupaciones de la miseria, aumentaban su debilidad. Maltrana la veía ajarse, perder la viveza de su juventud, como si la consumiese aquel ser oculto que devoraba lo mejor de su vida. También el joven experimentaba grandes crisis de desaliento. Volvía a casa con el gesto triste, se dejaba caer en la cama, diciendo que quería morir. No encontraba trabajo.