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Actualizado: 15 de mayo de 2025


: «Robemos a los hijos de los demás para que nuestro hijo sea rico...». Y yo soy un padre. bien que esta paternidad no es más que un sentimiento egoísta, como el amor, como el patriotismo, como tantas ideas respetables e indiscutibles que traen revuelto al mundo... Pero la vida no es más que una urdimbre de egoísmos, y yo carezco de fuerzas para reformarla.

El instinto de la paternidad, del que había hablado tantas veces como de algo infalible, no le avisó en la presente ocasión. ¿Cómo podía reconocer á Julio en este sargento cuyos pies era dos bolas de tierra mojada, con un capote descolorido y de bordes deshilachados, lleno de barro hasta los hombros, oliendo á paño húmedo y á correa?... Después del primer abrazo, echó la cabeza atrás para contemplarle, sin desprenderse de él.

Recordaba, entre risueña y asustada, la charla de las gentes del pueblo que, buscando en vano la paternidad de la niña, y observando algunas de sus peculiaridades, habían dado en decir que Perla procedía de un demonio, como ya había acontecido más de una vez en la tierra; ni fué Perla la única á quien los puritanos de la Nueva Inglaterra imputaron origen tan siniestro.

Era el hostelero Princetot quien, habiéndole alimentado, educado y sostenido en la vida, podía sólo enorgullecerse de su paternidad legal; y a ese hombre era a quien Simón amaba como si fuese su padre... Entonces, bajo una forma nueva volvió la duda a penetrar en el espíritu de Francisco: «Después de todo, pensaba, ¿qué sabemos?

El sentimiento de la paternidad está en tan arraigado, tan hondo, que antes perdería la mitra que abandonar a mis hijos. Ya recuerdas cómo me puse cuando murió el padre de Juanito, que pasaba por mi sobrino. Creí morir. ¡Un hombrón tan hermoso y con un porvenir tan brillante! Yo le hubiese hecho magistrado, presidente del Supremo, ministro, ¡qué yo!

El y su mujer habían convenido que el asunto de la paternidad no sería abordado sino con mucha prudencia y si era posible que la revelación quedara reservada para más tarde, de manera de no hacérsela más que gradualmente a Eppie.

No había insinuación en los artículos literarios de los periódicos que pudiera perjudicarle en que no viese la mano de Estévanez, no llegaba a sus oídos ninguna frase mortificante de la cual no le atribuyese la paternidad. Acercose un poco más y vio con sorpresa y horror que la persona que le acompañaba era ni más ni menos que su amigo García.

Esto de la paternidad y del respeto filial eran para el Capellanet en aquellos momentos invenciones de cobardes, creadas únicamente para fastidiar y envilecer a los hombres de corazón.

Hallábase realmente conmovido el señor de la Lage: era la primera vez que casaba una hija; sentía desbordarse en su alma la paternidad, y al tomar de la mano a Nucha para conducirla a la cámara nupcial, alumbrándoles el camino Misia Rosario con un candelabro de cinco brazos cogido de la mesa del comedor, no acertaba a pronunciar palabra, y un poco de humedad se asomaba a sus lagrimales áridos, y una sonrisa de orgullo y placer entreabría al mismo tiempo su boca.

Además, la paternidad le hacía egoísta, pensando más en la familia que en el pueblo soberano, que podía libertarse sin necesitar de su apoyo. Al ver proclamada la República sintió renacer sus entusiasmos. ¡Por fin, ya la tenían! ¡Llegaba lo bueno!... Pero a los pocos meses le buscó Salvatierra, como a otros muchos. Los de Madrid eran unos traidores y la tal República resultaba un pastel.

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